Cierto es que es difícil entender los mensajes criollos. “Quédate en casa”, dice uno, pero si no vas no resuelves, dice la realidad. Dos cosas antagónicas pueden significar lo mismo: “La cosa ta floja” y “La cosa ta apretá. Expresan lo contrario, pero se refieren a lo mismo. El gobierno se empeña en estimular el turismo interno y promueve el uso de las facilidades comerciales y entendía que esto alcanzaba para el aprovechamiento de bellezas naturales y playas de las pocas que quedan sin la ocupación de hoteles. Semanas atrás estuve, con un dinámico grupo, en la playa de El Valle en Samaná, con ánimos de pernoctar en esta, con la desagradable sorpresa de que un militar, a las 6 de la tarde y poco tolerante, nos indicó que estaba “prohibido” levantar casa de campaña en la playa. Un grupito de jovencitos, que ya habían preparado 3 tiendas y se proponían a hacer lo mismo que nosotros, se nos acercaron desconcertados. Un sujeto que cuida una propiedad al costado del camino playero se ofreció, por una propina voluntaria, facilitarnos espacio limpio y alambrado para hacer el campamento. Lo hicimos y disfrutamos de una hermosa noche de luna en cuarto creciente, de amenazantes ráfagas de viento y una lluvia que salpicó el interior de las improvisadas “habitaciones” del hotel provisional. El mensaje del turismo interno se contradice con las acciones de personeros oficiales que parecen ir en sentido contrario. Al siguiente día fuimos a la Playa de Rincón y encontramos un control del Ayuntamiento local, orientación y la invitación a disfrutar, al tiempo que había un “musicón a nivel de anfiteatro” que obligaba a todos los presentes, en un área muy amplia, a escuchar la música que le dio la gana al “disyoqui” que, con asiento en San Francisco de Macorís, se promovía y musicalizaba playa y rio. Tuvimos que escuchar “composiciones” con letra ultra vulgar e indecente, en nada apropiadas para los muchos niños, forzados a oírlas. Para eso no aparece una “autoridad” y los del ayuntamiento se hicieron de la vista gorda. Recorrer el puente entre los islotes frente a Santa Bárbara de Samaná es una experiencia agridulce. Hermoso y ejercitante el paseo, ante el contraste del abandono y suciedad a que está sometido. Existe un sanitario vandalizado y falta de limpieza que en poco contribuye como icono atractivo de un polo turístico que languidece. La falta de visitantes con ánimos de gastar ha devastado la zona de pequeños negocios en el “malecón” que no ofrecen pescado en su menú y muchos que no aceptan tarjetas de crédito, para no compartir utilidades con Visa, MasterCard y otras. La sanidad del turismo se afecta por las incoherencias de mensajes y por el “descuidado” cuidado de lo que debe ser el imán para sostener Samaná, mientras regresan los turistas extranjeros, al tiempo que el gobierno debe hacer compatibles sus mensajes con la realidad que vive el ciudadano corriente.

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