En el mundo de las pasarelas, mientras menos accesorios, mejor puede exhibirse el diseño y más se conseguirá el impacto final deseado. Los espacios son elegantes, siempre que no estén recargados de muebles, artificios y adornos que desluzcan su estructura; en la sencillez y lo simple está su encanto arquitectónico.

El exceso de sazones maltrata el platillo, los ingredientes mínimos resaltan el sabor para que cada uno se destaque en su esencia. Tras una legislación con intrincadas y variadas formulaciones, gravita una norma inoperante porque, mientras menos extenso su contenido y más escuetas sus explicaciones, mayores las posibilidades de que sea comprendida o mejor aún, cumplida.

Muchos elementos en el camino desvían de una meta única. Hasta en los expedientes, demandas y sometimientos, la multiplicidad de testigos, inculpados y demandados es una receta segura para el desastre porque queriendo cazar muchas presas, fácilmente se escape la gran mayoría. Mientras menos los perseguidos, más serán los alcanzados. Bajo una numerosa barra de abogados, yacen pocos y endebles argumentos, entre documentos voluminosos que solo ocultan orfandad probatoria.

Cuando se prepara un proyecto, a menor cantidad de responsables para ejecutarlo, mayores garantías de que tenga éxito y llegue a buen puerto. La cantidad de publicidad y anuncios de un producto o servicio es inversamente proporcional a su calidad.

Las justificaciones, a más abundantes, menos ciertas y creíbles. Muchas palabras son la envoltura de una realidad inexistente, demasiada forma frecuentemente impide ver el fondo. A más promesas, menos realizaciones. El que mucho sabe, raramente lo expresa, a diferencia del fanfarrón, tras el que hay poco qué buscar bajo todas esas capas del celofán de las apariencias.

Demasiadas mujeres, poca hombría; galanteo excesivo, intenciones dudosas. Tras mucho gasto y dispendio, hay en el fondo escasez, aunque sea mental. De lo que se proclama y pretende, regularmente se carece y eso aplica, para el conocimiento, las emociones y hasta los teneres.

Todo aquello de lo que se ufana, o bien no existe o bien es insignificante. Si se alardea de algo, es que no se tiene o talvez sólo escasamente; al que le abundan las condiciones, le basta con saberlo sin tener que ostentarlo, ya los demás se darán cuenta. Cuanta menos exhibición, más autenticidad. Y es que, en todas las esferas -como en la moda o la cocina- menos, es más.

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