Durante la semana que acaba de finalizar la Universidad Tecnológica del Cibao Oriental (UTECO), con sede en Cotuí, celebró un interesantísimo seminario internacional sobre “Cierre de Minas”, en el cual participamos expertos nacionales e internacionales que hablamos sobre la importancia del diseño y ejecución de planes de cierre de los frentes mineros ya agotados, a los fines de garantizar que toda zona intervenida para extraer recursos mineros desde la corteza terrestre quede en iguales o en mejores condiciones ambientales que como estaba antes del inicio de las operaciones mineras, pues el gran desafío de la minería del presente es demostrar que puede desarrollar sus actividades de forma diametralmente distinta y distante de la forma utilizada por la minería del pasado, ya que las regulaciones ambientales de hoy, las cuáles no existían en el pasado, son cada día más rigurosas en procura de garantizar la sostenibilidad de la operatividad de todos los sectores productivos, incluida la minería.

Expertos nacionales e internacionales que durante décadas hemos estado participando en exploraciones y explotaciones mineras tuvimos la oportunidad de disertar sobre los aspectos más relevantes a tomar en cuenta durante el diseño y la ejecución de una determinada operación minera, a los fines de hacerla más amigable al medio ambiente, y en interés de garantizarle al Estado y a la sociedad que llegado el momento del cierre de las operaciones mineras el área intervenida quede totalmente restablecida en cuanto a la modelación de la superficie del terreno, la estabilización de los taludes vecinos, la construcción de las necesarias canaletas para el drenaje de las escorrentías propias de las lluvias, la reposición del suelo orgánico rico en nutrientes, y la re vegetación del área con especies de la flora nativa, de forma tal que allí no queden señales de que hubo una explotación minera, ni mucho menos quede algún foco de contaminación, y lo que es más importante, que la sociedad pueda aprovechar el área minada, ya cerrada y recuperada, para cualquier otro fin recreativo o productivo.

El hecho de que para el año 1959, cuando la Alcoa Exploration Company inició sus operaciones mineras para extraer las bauxitas de Las Mercedes y El Aceitillar de la provincia de Pedernales, todavía no existiera una legislación ambiental que regulara las operaciones mineras, permitió que cuando la empresa decidió cerrar sus operaciones en el año 1982, cuando todavía no había llegado nuestra legislación ambiental, nadie le exigiera a la Alcoa un correcto cierre de sus frentes mineros, quedando allí un relieve irregular que simulaba un segmento lunar impactado por asteroides y meteoritos, lo que con sobrada razón generó duras críticas de la comunidad ambiental en contra de esos abandonos mineros, críticas que se extendieron a otros lugares donde se observaban evidentes señales de abandono operacional sin la debida recuperación ambiental, pues en muchas operaciones mineras del pasado la prioridad era la extracción y comercialización del recurso mineral, entendiendo entonces la recuperación ambiental como un gasto a evitar.

Sin embargo, los tiempos han cambiado, y tanto las modernas legislaciones ambientales, como la vigilancia por parte de los ambientalistas y de las comunidades, han logrado que las autoridades estén más pendientes a todas las operaciones mineras, y han logrado que las propias empresas mineras se vean en la necesidad y obligatoriedad de invertir recursos económicos en la sostenibilidad ambiental de sus operaciones y en los planes de cierre ambiental de sus frentes mineros ya agotados, así como también en la obligatoriedad de retener las aguas ácidas interiores resultantes de la liberación de azufre por meteorización y oxidación de los sulfuros de hierro (FeS2), y los sulfuros de zinc (ZnS) expuestos a las lluvias y al aire libre, para entonces tratarlas con cal (CaO) en procura de equilibrar su potencial de Hidrógeno (pH) y utilizar floculantes para flocular y precipitar los metales pesados diluidos en las aguas ácidas, con lo que aguas como las del arroyo Margajita, que durante años corrieron teñidas de rojo por altas concentraciones de trióxido de hierro e hidróxido de hierro, hoy exhiben condiciones normales y hablan mejor de la minería del presente en relación a la minería del pasado.

Pero el compromiso ambiental de las operaciones mineras no debe limitarse al monitoreo de control periódico de las autoridades ambientales, pues lo ideal sería que cada operación minera mantenga su propio sistema de monitoreo para control de todos los efluentes líquidos y gaseosos, y todo el particulado fino, incluido PM10 y PM2.5, que salga de sus operaciones diarias, a los fines de identificar a tiempo cualquier emisión que exceda los estándares permitidos en nuestra legislación ambiental 64-00, identificar el foco emisor, y aplicar de inmediato los correctivos requeridos, ya que la minería, al igual que la agricultura, la pecuaria, la industria, el urbanismo y la hotelería deben acentuar sus esfuerzos tecnológicos y económicos para garantizar ante las autoridades y ante la sociedad que sus operaciones de hoy son ambientalmente sustentables, y que los recursos económicos que se invierten para garantizar la sostenibilidad ambiental nunca deben ser vistos como un gasto, sino como parte de sus principales costos operacionales, ya que el dinero mejor invertido por cualquier operación productiva es el que le garantiza a la empresa, al Estado y a la sociedad que esa operación está certificada por cumplir con los más estrictos estándares de calidad ambiental.

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