Cada vez que un año está por terminar y nos preparamos para la llegada de otros 12 meses, comenzamos a hacer planes, a externar nuestros buenos deseos para nosotros y para los demás.
Es el tiempo elegido para echar un vistazo a lo que hicimos y dejamos de hacer, en el año que se va.
Las remembranzas nos devuelven momentos y situaciones diversas. Unas muy placenteras, otras desagradables, unas de plena satisfacción y otras simplemente frustrantes.
De repente pensamos en algunas actitudes con las que hicimos sentir mal a alguien que no lo merecía, pero también nos llegan a la mente algunas acciones y palabras con las cuales alguien más nos hirió.
Los afanes por dejar lo negativo atrás, compiten con la determinación de emprender el nuevo camino de 12 meses, cuatro estaciones y 365 oportunidades para construir algo parecido a la vida que deseamos.
Para este nuevo comienzo nunca falta los planes, los deseos. Pedimos, esperamos que las cosas nos caigan del cielo como bendiciones merecidas por lo bueno que hemos sido.
Deseamos para otros y para nosotros. Hacemos lista de peticiones, creyendo que solo basta desear para lograr, olvidándonos de que nada se logra sin sacrificios.
Difícilmente alguien se limite a dar gracias por lo que tiene, sin pensar en que puede tener más.
No es que la gente no agradezca, es que siempre estamos esperando más, pero nos esforzamos menos.
Más que nunca, este año, que nos probó de todas las formas posibles, debemos enfocarnos en agradecer más en que en pedir.
Agradecer por seguir vivos en este que ha sido bautizado el año de la muerte.
Agradecer por tener salud, en un tiempo que ha sido dominado por la enfermedad.
Agradecer el amor, la solidaridad y la compañía en el año de la distancia social.
Debemos agradecer la cercanía de las personas que amamos en este 2020 donde se impuso el lema de los seis pasos de distancia.
Más que pedir, demos gracias, porque la mascarilla nos enseñó a mostrar con los ojos la sonrisa de nuestra alma.
