Hace 74 años de aquel inolvidable e histórico día del 10 de diciembre de 1948, en que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó y aprobó en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Esa declaración expresa: “La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Fue un acto de fe, apoyado en la convicción de 48 países incluido el nuestro, dispuestos a que no se repitieran los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

La comunidad internacional afirmó “que el desconocimiento y desprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajante para la conciencia de la humanidad”.

A partir de esa fecha, el día de los derechos humanos es una nueva oportunidad para abogar por los derechos fundamentales de todas las personas y en cualquier lugar del mundo, a la vez que presenta una oportunidad para reflexionar sobre estos derechos y evaluar su cumplimiento en los países miembros de las Naciones Unidas. La declaración permite a su vez destacar las cuestiones específicas que se deban modificar o mejorar de cara a que todos los seres humanos puedan disfrutar de estos derechos de manera universal.

Entiendo que falta mucho por hacer, puesto que dicha declaración sigue sin cumplirse en la mayoría de los países, pero muy especialmente en aquellos menos desarrollados y por ende, más vulnerables, que es donde realmente la necesidad de actuar en pro del cumplimiento de los derechos humanos y, más concretamente en el derecho a la asistencia humanitaria la cual es deprimente.

Tal y como lo describe en el artículo 22 que expresa: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.

En nuestro país el Estado se ha encargado de velar por los derechos de los inmigrantes haitianos sin papeles.

Pero es inaceptable e irresponsable la intromisión en nuestra política exterior como dijera nuestro presidente Luis Abinader a un alto comisionado de la ONU, para los Derechos Humanos, que en lugar de felicitar al Gobierno dominicano exigen que se mantengan sin control las entradas de haitianos a nuestro país.

Para terminar, la lectura de la Declaración Universal de 1948 nos lleva a una conclusión: fue un hecho trascendental que la Asamblea General de Naciones Unidas dijese a los cuatros vientos que existen derechos fundamentales que el ser humano posee por el solo hecho de serlo, por su propia naturaleza y dignidad. Derechos inherentes a los seres humanos y que, lejos de tener su origen en una concesión de poder político, tienen que ser consagrados y garantizados.

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