En apenas 24 horas transcurridas entre el fin de semana del 16 y 17 de octubre, ocurrieron en Haití dos hechos que han puesto en evidencia la dimensión del colapso del Estado haitiano y el control efectivo del poder que, ante la ausencia del Estado, han adquirido las bandas armadas.
El sábado 16 de octubre fueron secuestrados 17 misioneros (16 estadounidense y un canadiense) incluidos cuatro niños y un bebé de 8 meses. Estos misioneros fueron emboscados, después de visitar un orfanato cercano, por la pandilla denominada 400 Mawozo, quienes los secuestraron.

La pandilla está pidiendo un millón de dólares por la liberación de cada rehén, un total de 17 millones de dólares americanos. El líder de la banda que secuestró al grupo amenazó con matarlos si no le entregan este dinero.

Los misioneros secuestrados están asociados con Christian Aid Ministries, una organización benéfica, cristiana, con sede en Ohio. La salvaje banda armada no tuvo reparos del hecho de que se tratase de una organización que tiene larga tradición de trabajo humanitario en Haití, que inició en el 1988 y que, por ejemplo, según su informe anual más reciente, ayudó a reconstruir hogares luego de la devastación del huracán Matthew en 2016, y en 2020 financió los gastos escolares de más de 9,000 niños, brindó más de 2,700 consultas médicas y comenzó un programa de empleo local.

Estos 17 misioneros se suman a las 117 personas secuestradas en el mes de septiembre y a las 119 personas que, según el Centro de Análisis e Investigación de Derechos Humanos de Haití (CARDH), han sido secuestradas en los primeros 15 días de octubre.

El domingo 17 de octubre se debía de efectuar en Haití un homenaje oficial a un personaje icónico, Jean-Jacques Dessalines, héroe de la revolución e independencia haitiana, creador del primer país libre de América Latina.

Sin embargo, a pesar de que la insigne conmemoración se efectuaría en Pont Rouge, Puerto Príncipe, a 4 kilómetros del Palacio Presidencial, el primer ministro y su comitiva no pudieron efectuar la actividad ya que tuvieron que salir huyendo ante una fuerte ráfaga de disparos.

Unos minutos después de la salida despavorida del primer ministro y del gobierno, entró en escena un señor vestido exactamente igual que el primer ministro, traje blanco y corbata negra, se trata de Jimmy Cherizier, aleas Barbecoue, el líder de la pandilla más importante de Haití, quien se arrodilló en el lugar y depositó tres coronas de flores.

En consecuencia, el señor Barbecoue fue quien encabezó la conmemoración oficial rodeado de hombres armados y de una multitud que le veneraba. Esta humillación al poder político constituido demuestra el nivel del colapso del Estado haitiano y el grado de anarquía reinante en el país.

De conformidad con la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos, una reputada ONG haitiana, unas 100 pandillas participan de todo, desde secuestros, tráfico de armas y contrabando y controlan efectivamente hasta dos tercios del territorio haitiano.

El control que ejercen estas bandas armadas es de tal magnitud que la ONU y la mayoría de los países donantes tuvieron que negociar con estas pandillas para que le permitieran descargar y repartir la ayuda humanitaria enviada tras el terremoto ocurrido en el mes de agosto que mató a más de 2,200 personas y devastó el sur de la nación

La delincuencia y la anarquía, incluidos los secuestros, han aumentado considerablemente el caos político, han agravado la crisis económica y han agudizado la vulnerabilidad de los grupos sociales que según las Naciones Unidas padece más del 60 % de la población haitiana que vive con menos dos dólares diarios.

La crisis haitiana se está perfilando como una amenaza para la seguridad del hemisferio debido los riesgos que surgen por la existencia de un Estado fallido controlado por bandas armadas y el crimen transnacional. Esta vulnerabilidad podría ser utilizada por el terrorismo internacional en contra de Estados Unidos, Canadá e incluso de algún Estado latinoamericano.

Igualmente, esta crisis haitiana esta produciendo una descontrolada ola migratoria de haitianos que se extiende a lugares tan lejanos como Sudamérica y Texas en Estados Unidos.

Las repercusiones hemisféricas de la crisis haitiana hacen necesario que este tema sea tratado como un tema internacional que requiere una intervención bajo el capitulo VII de la ONU para estabilizar Haití y garantizar la seguridad regional en las Américas.

Sería oportuno que en seguimiento al discurso del presidente Abinader ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y a la reciente cumbre celebrada con Panamá y Costa Rica; el Gobierno dominicano convoque una sesión especial del Consejo Permanente de la OEA, que preside RD actualmente, para tratar el tema de la crisis haitiana y la necesidad de la intervención de la comunidad internacional en la misma.

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