“Una sana política, capaz de reformar
las instituciones, coordinarlas y
dotarlas de mejores prácticas, que permitansuperar presiones
e inercias viciosas.
No se puede pedir esto a la economía,
ni se puede aceptar que esta asuma el
poder real del Estado.”

Papa Francisco

La cita que preside esta entrega de hoy sintetiza todo lo que quisiéramos instalar y su autor está fuera de toda sospecha. Para la ideología neoliberal dominante, la democracia es un asunto de conveniencia y la política es siempre una molestia, luego de que se le ha entregado al mercado el papel de decisión sobre derechos y libertades humanas irrenunciables que solo la comunidad política es capaz de asegurar.

El traspaso del Estado de compromiso hacia el neoliberalismo supuso en América Latina una violenta destrucción de la política y de las formas en que los diversos componentes del sistema se relacionaban. Los protagonistas principales de esta tragedia fueron los partidos políticos que cumplían la función de ser vínculos entre la sociedad y el Estado.

Los estudios modernos acerca de los movimientos sociales reconocen el importante papel de la actividad de los partidos políticos en las luchas sindicales, estudiantiles, por derechos sociales y económicos que se dieron hasta la década de los 70 y 80 del siglo pasado. Pero el fin de esta forma de relación entre lo social y la política ha ido conformando no solo otra sociedad, sino otro Estado y, por supuesto, otra política.

La desaparición casi total de los sindicatos de trabajadores, de profesionales, de organizaciones estudiantiles o campesinas con alguna relevancia es prueba inequívoca de lo que afirmamos. Esa ausencia es tan lamentable que llegamos casi a la terrible situación de que ya no tenemos quien nos defienda ni siquiera de los ruidos molestos, mucho menos del deterioro ambiental, y peor todavía de la seguridad ciudadana, o del derecho a la salud y a la educación.

La política y sus principales actores -los partidos- fueron relegadas solamente al proceso que Jacques Rancière llama “policial”, es decir, que descansa exclusivamente “en la distribución jerárquica de lugares y funciones”. Aunque parezca forzado, parte de lo que facilita este juego es el elixir electoral que cada cuatro años nos hace creer que algo se mueve en una acción con pretensión de política pero que no lo es completamente, porque siguiendo al mismo Rancière, le falta encontrarse con otro proceso, el de “la igualdad”. Ese proceso presupone “la igualdad de cualquiera con cualquiera” y podemos llamarlo emancipación.

El peor aporte de la política neoliberal ha consistido en hacer que todos pongan los ojos solo en lo “policial”: en administrar y gestionar los asuntos públicos, asegurando el libre juego del mercado y convirtiendo en intocables a las nuevas instituciones que controlan todo y que hasta pueden ejercer chantajes tan pronto se apoderan de asuntos que debieran ser facultades del Estado. La emancipación, la idea y el reconocimiento de la igualdad, quedan reducidos entonces a un día cada tanto, el día de las elecciones.

Con todo, algunas de las críticas que se le hacen a la política -no me refiero a las que son materia judicial- deben ser asumidas especialmente. No es posible ignorar que si a una elección en la que se aspira a ser parte de lo “policial” se llega sin pasar por un profundo proceso emancipador, lo político seguirá pareciendo una simple aspiración administrativa. La entrega de la política a la economía jamás puede ser justificada como decisión técnica haciendo creer que viene de figuras superiores, y esa es una cuestión que no resiste el más mínimo argumento. Bastaría, por ejemplo, con preguntarles a los economistas si pueden explicar por qué, después de que estudian tanto, siguen tratando de resolver el problema de la inflación disminuyendo el consumo de los más pobres.

A lo mejor la respuesta a esa pregunta tiene que ver con que la inflación espera respuestas más políticas que técnicas. Y quizás ya va siendo hora de que asumamos de que para que aparezcan esas respuestas hace falta política mucho más emancipadora.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas