El Rubicón es un río de pocos kilómetros de estrecho caudal del nordeste de Italia. Durante el imperio romano, se les prohibía a los generales cruzarlo con sus ejércitos. La prohibición tenía una finalidad. El río dividía y servía de frontera entre la República de Roma y la provincia de la Galia y protegía a la primera de invasiones militares. Medio siglo antes de Cristo, Julio César ordenó a sus tropas cruzarlo iniciando la guerra civil, con el dicho siguiente: “La suerte está echada”. Con el tiempo la frase “cruzar el Rubicón” se interpreta como exponerse a una situación en extremo riesgosa, de fatales consecuencias.

Frecuentemente, los políticos dominicanos se lanzan al Rubicón, pero ese paso imaginario por lo general no intenta cruzarlo sino navegar hasta su desembocadura. Y como este río no se bifurca al llegar al mar, no encuentran ni encontrarán probablemente el delta donde refugiarse, cuando las aguas les lleguen hasta el cuello.

El presidente Luis Abinader ha suscrito compromisos con partidos como solía hacerlo durante sus días de campaña, pero no hay seguridades de que esos acuerdos le permitan adelantar las reformas que intenta establecer desde su perspectiva de un real cambio político nacional.

En las circunstancias actuales, sus iniciativas reformadoras se asemejan al intento de cruzar las aguas de una política veleidosa, en la que los acuerdos son tan duraderos como el paso de una tormenta.

Si la suerte de las reformas planteadas por el presidente de la República depende de un firme compromiso, está todavía por verse. Pero en la complejidad de la situación que encara el país podría resultar tan difícil lograrlas como en aquellos lejanos tiempos en que cruzar el Rubicón parecía toda una hazaña. De todas maneras, como dijera hace siglos Julio César, en materia de reformas “la suerte está echada”.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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