Los periodos electorales suelen traer muchas sorpresas y despertar asombrosas emociones. En los días finales de una de ellas, si mal no recuerdo a mediados de abril del 2008, conversando telefónicamente con un amigo acerca de uno de mis temas favoritos, salió a relucir Ernani, el personaje de la ópera de Verdi del mismo nombre, también conocida como “El honor castellano”, basada en un drama de Víctor Hugo, no la figura política de oposición de nombre fonéticamente parecido de entonces.

Por una de esas malas jugadas resultantes del defectuoso manejo de una tecnología avanzada, en medio de la conversación se escuchó una tercera sonora voz musitar: “Lo tengo”. La experiencia me resultó fascinante y me enseñó la importancia de hablar en código, cuando de temporadas de altas escuchas se trata. Lección esta que deberían aprender principalmente los actores de los dramas electorales, si bien ha quedado establecido que esos extraños intrusos incursionan en otras esferas más lucrativas que la política, incluso con mucho más éxito y probablemente con menos riesgos.

La charla sobre una ópera me recordó entonces que el más inofensivo de los temas, puede hacer vibrar algunas epidermis finas, aquellas capaces de encontrar, en determinadas circunstancias, enfermizas analogías aún en las más inocentes de las palabras. Porque como luego reflexioné, después de todo, Ernani, apenas la quinta ópera de Verdi, dado el fuerte fervor patriótico del compositor, podía resultar muy peligrosa. Bastaría con saber que la célebre aria del primer acto, en labios de Elvira, “Ernani, Ernani, involami”, muchos años después de ser estrenada en 1844, sirvió de consigna a los patriotas de la joven Italia para presionar al rey Víctor Manuel a rebelarse contra el yugo del imperio Austro-Húngaro.

En las obras de Verdi las voces son tan importantes como la melodía.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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