Ante la acogida en el extranjero de “El rugido del león” y “La herencia trágica del populismo”, periodistas de Puerto Rico, Miami y Nueva York me han preguntado si la democracia, como la conocemos, podrá sobrevivir a las prácticas que se describen en ambas obras y que siguen siendo modelos del quehacer político. Con profundo desaliento les he respondido que ante la imposibilidad de que la actual generación del liderazgo nacional se corrija a sí misma o se eche a un lado, dado el control que ella tiene sobre el aparato estatal, el ambiente seguirá deteriorándose a menos que una nueva generación de relevo empuje lo suficiente para promover las transformaciones hacia una real práctica democrática.

La ausencia de un relevo generacional podría dar paso a un nuevo modelo de paternalismo que cautivará a las masas, como ya hemos visto en otros países, y reducirá el marco en que se mueven los valores esenciales de una democracia, como las libertades ciudadanas, la prensa crítica y la libre empresa.

Si el relevo se posterga, como ya ha ocurrido en otras naciones, más de medio país se echaría en los brazos de falsos redentores. La ausencia de una real justicia independiente, el relajo en los ayuntamientos, incapaces siquiera de cuidar los cementerios y limpiar de basura y excrementos las calles de nuestras ciudades, y el debate continúa empobreciéndose, nos faltarán días para lamentaciones.

Como ya hemos visto en otros países, esa realidad es la que genera la veneración de dioses que luego sacan a los mercaderes de la política de los templos sagrados del constitucionalismo, como el Palacio, el Congreso, las llamadas altas cortes y los organismos electorales, para sumir a sus pueblos en eras de oscuridad, de las que cuesta salir sólo a base de mucho dolor, sangre y miseria.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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