Si algo caracteriza la situación partidaria actual es una suerte de brumas o vacíos que se bifurca en una ambivalencia de acción opositora y gubernamental que, aunque firme y definida, esta última, en su orientación de clase en ejercicio del poder, no logra un equilibrio integrador político-ciudadano, pues a la iniciativa o eje nodal político-electoral (lucha anticorrupción), como que le falta convencimiento ciudadano sobre sus beneficios traducidos en bienestar inmediato en medio de inflación, endeudamiento -para encarar la pandemia y el gasto público- y una recesión global que hace rato es crisis. Ese cuadro fragmentario, en cierto modo, condiciona todo.
Sin embargo, la otra realidad es que la oposición, a la actual gestión de gobierno, se debate entre una polarización -PRM-PLD- que, aunque planteada, no deja de evidenciar brechas por cierto repliegue, quizás táctico-estratégico, acorralamiento, auto bajo perfil de algunos actores políticos-jerárquicos, alianzas subterráneas, libreto oposicionista; y, lamentablemente, posiciones ambivalentes del partido cabeza de oposición que manda señales de variopintos matices internos o falta de afinación de posturas públicas en su accionar político opositor -fija una posición pública, pero vota contrariándola (ejemplo: fideicomiso Punta-Catalina)-. Por lo demás, la atmosfera partidaria es cuasi de antesala electoral de cara al 2024: repostulación del actual mandatario, impostura o quiebra de los porcentajes 2020; o, hasta ahora -improbable-, irrupción de algún alternativo (outsider) que ni asoma. O el mismo fenómeno, pero desde los partidos tradicionales -¿podrá ser posible? Quien sabe-.

Desde esa perspectiva lo que se lee, tanto en los medios tradicionales, digitales y de redes sociales, se debate: en puja partidarias, bocinas “comunicadores” y “periodistas” -progubernamentales o pro-oposición- y seudos análisis “periodístico” de factura sesgada o de abierta promoción de determinados proyectos presidenciales o de exaltamiento a la actual gestión de gobierno. Todo válido, pero nada, o casi nada, fuera de esa orbita de “opinión pública”, percepción-manipulación mediática o, ausencia de análisis, no corporativo, de ejercicio-quehacer académico al margen de algún interés consciente o inconsciente.

Por supuesto, hay algunas voces periodísticas criticas -hacia el espectro gubernamental y opositor-, pero, generalmente, caen en lo fragmentario y zigzagueante, quizás por ser empresa, opinión de ínfima minoría, o que pesa más el poco equilibrio en su cobertura de “opinólogos” tendenciados -el fenómeno “político de la secreta”-. En fin, que la categoría de análisis sociopolítico de rigurosidad científica, y hace décadas, está en crisis o en vía de extinción en nuestro país (ojalá noveles periodistas, sociólogos, politólogos e historiadores, se animen). Porque esa falencia -“analística”, de mercado, de cooptación política-ideológica, de fusilamiento político-moral o, de conservadurismo- ya hizo metástasis.

En fin, que navegamos en un mar de ambivalencias y de aguas turbias que hacen impredecible pronosticar una perspectiva político-electoral (2024). Sin embargo, lo que queda claro es ambivalencias de postura-publica. Y la pregunta clave es: ¿Quién o qué fuerza se alzará -2024- con el capital político-electoral?

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