Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Dominicana ante el Estado del Japón
Desde que en noviembre de 1934 la República Dominicana y Japón establecieran relaciones diplomáticas han transcurrido cerca de nueve décadas; signadas por acontecimientos que han parido procesos o etapas de aprendizaje, colaboración y muestras claras de amistad, las cuales han dado lugar al nacimiento de fuertes lazos entre ambos pueblos y gobiernos, con visos claros de fortalecimiento constante y de arraigada consolidación.

Esa relación, que ha pasado por momentos difíciles como aquellos derivados del fragor intenso de la Segunda Guerra Mundial, cuyos efluvios lograron incluso su momentánea interrupción, despertó definitivamente cuando a partir de 1956 (hasta 1959) el país recibió a 249 familias japonesas (unas 1300 personas) cuyos aportes, con el devenir del tiempo, forman parte unívoca del proceso de desarrollo socioeconómico dominicano iniciado en la segunda mitad del siglo XX.

A partir de allí, se aperturaron embajadas de cada país en territorio del otro, lo que en el ámbito político significó un salto histórico, cualitativo por demás, que permitió avanzar en muchas otras áreas.

Desde ese momento son incontables los escenarios en donde Japón y República Dominicana se han apoyado en el plano del multilateralismo por ejemplo, lo que ha permitido que los dos puedan avanzar de acuerdo a sus intereses y valores comunes, relacionados directamente a la vocación de paz y buena vecindad que caracteriza la impronta de ambos en el plano internacional.

Paulatinamente, en el ámbito bilateral, han logrado crear un clima de confianza que permite, por un lado, que Japón ejercite su brazo internacional en la construcción de bienes públicos regionales y globales orientados hacia el desarrollo, la paz y la seguridad y, por el otro, que República Dominicana pueda abrevar a través de la cooperación y la asistencia técnica de experiencias exitosas, buenas prácticas y capacitación en base a conocimiento, ciencia y tecnología japonesa.

Esto sin contar el hecho de que Japón, luego de décadas de no hacerlo, ha iniciado el pasado año 2021, procesos de asistencia financiera para República Dominicana, con unos doscientos treinta y cinco millones de dólares (US$235,000,000.00) para políticas públicas de desarrollo frente al COVID-19 y para el área de eficiencia energética. Este año 2022 se tiene también proyección de asistencia financiera que estaría orientada al tratamiento de residuos sólidos y otras áreas.

En materia económica, al referirnos a Japón, hablamos de la tercera economía más grande del mundo. Siendo también el quinto país con mayor peso en el comercio global, las marcas que representan la fabricación japonesa se encuentran en cualquier espacio que habitamos.

La República Dominicana y Japón han sido aliados estratégicos a lo largo de la historia y, cada día más, se hace inminente una mayor cercanía entre los aparatos productivos de ambos países. Dicha aproximación se ha manifestado en el intercambio comercial, cual ha reflejado un incremento en las exportaciones dominicanas desde 2019, especialmente en productos como dispositivos médicos, cigarros y ferroníquel.

Tal como se ha referenciado en múltiples foros y publicaciones, las disrupciones en las cadenas globales de suministros han obligado a repensar la ubicación de las fuentes de abastecimiento de las grandes empresas, especialmente aquellas que proveen insumos claves para otros productos terminados. Es el caso de una gran cantidad de empresas japonesas que fabrican insumos y partes tecnológicas para equipos y vehículos.

Desde la segunda guerra mundial, en Japón ha implementado el llamado keiretsu. Un sistema mediante el cual las empresas vinculan sus cadenas de valor, de forma entrelazada, entre sus filiales y empresas que, a su vez, son accionistas entre sí. Este modelo ha dado lugar a las llamadas shoshas, que hoy son aquellas grandes corporaciones que operan con éxito en una variedad de sectores y, frecuentemente, más allá del Japón, dada la internacionalización de sus marcas.

Las shoshas, por lo general, se encuentran asociadas a la Federación Empresarial de Japón (KEIDAREN, por sus siglas en japonés), entidad mediante el cual se coordinan, no solamente las iniciativas intrínsecas de la actividad empresarial, sino que también, formulan propuestas y opiniones importantes para las instituciones públicas japonesas.

La relocalización de las empresas manufactureras presenta una oportunidad importante para la República Dominicana, como líder regional en zonas francas y también en la recepción de inversiones extranjeras al 2021. En ese sentido, desde la Embajada de la República Dominicana en Japón, hemos desplegado distintas acciones para posicionar el país como un destino ideal para las fábricas japonesas en el continente americano.

Estas acciones, alineadas directamente con la Estrategia Nacional de Desarrollo (END, ley 1-12) y, con los pilares de nuestra política exterior, representan una nueva oportunidad para el empresariado dominicano y la sociedad en general, puesto que abren un nuevo horizonte de subsectores de manufactura que, progresivamente, estarán presentes en nuestro país.

Para la sociedad general, la formación técnica y especializada, junto a la capacidad de adaptación, son elementos que marcarán un efecto diferenciador para el éxito de estos nuevos tiempos. En lo que respecta al sector empresarial, la apertura a nuevos modelos de negocios, el intercambio de experiencias y la flexibilidad para concertar alianzas ganar-ganar, son algunos de los factores que podrán encausar mayor impacto de estas nuevas oportunidades.

De manera que, cuando solo nos dividen escasos año y medio de cumplir nueve décadas de relaciones bilaterales, no es descabellado pensar -y así expresarlo- que estamos claramente ante un momento histórico en el proceso de consolidación y fortalecimiento de los vínculos entre Japón y la República Dominicana.

Viviendo en Tokio la excepcional experiencia de representar en Japón -coincidencialmente el país de mi padre- a la República Dominicana, el país de mi madre, soy testigo de excepción del respeto, admiración e interés que ambos pueblos se profesan. Es tiempo de hacer compromisos al más alto nivel, es tiempo de conocernos mutuamente de manera más profunda y aprovechar nuestras potencialidades en favor de nuestros respectivos pueblos, es tiempo de apoyarnos, de disfrutarnos, de estar cerca.

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