Un sueño llamado Ingram

Siempre hay una historia que contar. Inspiradora. Motivadora. Insuflada de esperanza. Henchida de los valores que se deben cultivar en aras de un mundo mejor.

Siempre hay una historia que contar. Inspiradora. Motivadora. Insuflada de esperanza. Henchida de los valores que se deben cultivar en aras de un mundo mejor.

Cuando el protagonista carece de abolengo, el mensaje es mucho más poderoso. No es lo mismo estar llamado a triunfar que pertenecer al conglomerado de los que no están proyectados para llegar al máximo nivel del oficio escogido.

Andre Ingram es el nombre del personaje principal de uno de los más hermosos relatos de los últimos tiempos en el mejor baloncesto del mundo, el de la NBA.

Ingram estuvo una década en la llamada G League, la liga de desarrollo de la NBA. Allí era uno más de los que deben sobrevivir mientras les llega la llamada para subir al equipo grande, en su caso los Lakers de Los Ángeles.

Estamos hablando de 10 años. Dos lustros. Más de tres mil días a la espera de que sonara su teléfono con el mensaje de una promoción.

Me pregunto las veces que el graduado en física y tutor de matemáticas, labor que realiza en su tiempo fuera de la cancha para poder mantener su familia, pensó en tirar su sueño por el despeñadero.

Asumo que muchas, pero, como se enseña en la vida, el tema no es sentirse vencido, es jamás abandonar la batalla.

El pasado martes, Ingram, un defensa de 6′-3″ de estatura y 32 años de edad, tuvo el uniforme de los Lakers en un partido ante los Rockets de Houston. Olvídese de los 19 puntos en su debut. Su aporte va más allá de números en un encuentro. Probar que sí se puede, que por más vacías que estén las cuencas siempre hay espacio para aguas de mejor futuro, supera con creces lo que tenga la compilación estadística de dicho juego.

Para quienes tienen los clamores eternos de que sus agobios superan sus bendiciones, hagan una pausa y lean sobre Ingram, quien nunca dejó de trabajar, de ejecutar con calidad. Todos estamos en esa escalera de la vida, unos ven los peldaños que faltan con desespero, otros los recorridos con esfuerzo.

Mis respetos para el señor Andrew Ingram, porque aunque jamás lo volvamos a ver en acción en la NBA, llenó otra gran página inspiradora para la vida.

Las Más leídas