Es probable que a Kevin Cash lo persiga durante mucho tiempo su decisión de sacar a Blake Snell en el sexto episodio de lo que luego fue el último partido de la Serie Mundial. El dirigente podrá negarlo. Es su derecho. De todas formas, por algo me llega a la mente la famosa expresión que dice “puedes correr, pero no esconderte”.

Cash me merece respeto. Con prácticamente nada, una nómina que no llega a los 29 millones de dólares, puesto 28 de 30 equipos, ha dado identidad a un conjunto que es un dolor de cabeza en el béisbol.

Igualmente. valoro aportes de la famosa “sabermetría”, una escuela de pensamiento que es parte de las Grandes Ligas. No es cuestión de gustos. La realidad se impone al protocolo y esa filosofía tiene raíces profundas en el negocio.

Aun así, pienso firmemente que los partidos hay que verlos, que los mismos emiten señales que obviarlas suele resultar peligroso. Se puede pagar por ello. Mandar a Snell a las duchas, con apenas 73 lanzamientos, 48 de ellos strikes, y dos imparables permitidos con nueve ponches en cinco entradas y un tercio, es algo que no me cuadra por ningún lado.

En la cueva de los Dodgers se frotaron las manos de inmediato. Yo no lo sacaba, como tampoco hubiese terminado con la actuación de Clayton Kershaw el domingo, que fue de cinco episodios y dos tercios.

En muchos libros, Snell merecía al menos un bateador más. El resto es historia.

Los números nunca dirán todo. Jamás. Y nadie se ha inventado, que yo sepa, quizás estoy equivocado, un dispositivo o fórmula que mida los intangibles. Hay atletas que se crecen en ciertos momentos, otros ni quieren que los vean porque el miedo se apodera de ellos.

He leído el argumento de que Cash dirigió así en la serie regular. No es verdad que en la postemporada se comanda igual. Dave Roberts se dio cuenta, o le alertaron, que Kenley Jansen, el cerrador de las otras fases, no era garantía de preservar triunfos tras el colapso del cuarto encuentro. Jamás lo utilizó. Julio Urías estaba imposible el martes. Fin de la historia.

Siempre habrá excepciones. La pasada Serie Mundial dejó una lección. Ojalá y sea una materia de la llamada nueva escuela.

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