El partido iniciaba a las 9:00 de la noche. Llegué 45 minutos antes y me impresionó la interminable fila, donde se destacaban los padres con sus hijos, como si fuese un pasadía familiar. El ánimo era colectivo. Confieso que nunca en la República Dominicana había notado tanto entusiasmo para presenciar una actividad deportiva.

Me refiero al encuentro entre el Cibao Fútbol Club y las Chivas de Guadalajara, que tuvo lugar, a casa llena, en el estadio ubicado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en Santiago. Eran los cuartos de final de la Liga de Campeones de la Concacaf. En ese histórico partido, nuestros atletas compitieron con gallardía y caímos con un respetado 2-0 frente a uno de los equipos de más tradición en México y América.

El fútbol se propaga con rapidez en nuestro país, especialmente en los colegios de clase media y alta, donde, aunque para algunos resulte extraño, ha suplantado a nuestra tradicional “pelota”. En esas academias hay más campos de fútbol que estadios de béisbol. Y los héroes de los estudiantes no son Robinson Canó, Miguel Cabrera, Mike Trout o Kris Bryant, sino Lionel Messi, Cristino Ronaldo, Neymar, Luis Suárez…

Es la realidad. Y me atrevo a escribir algo para muchos impensable: no descarto que en los próximos 15 años, el fútbol entre nosotros tenga más seguidores que el béisbol. Basta decir -y pienso que es un buen ejemplo de mi predicción-, que el Clásico Mundial de Béisbol, aquí mismo, no provoca tanta pasión como la Copa Mundial de Fútbol.

Que el fútbol avance entre nosotros nos convierte en ciudadanos más universales. En este deporte hay jugadores franceses que parecen nigerianos, mejicanos que parecen belgas, ghaneses que parecen colombianos, rusos que parecen japoneses, brasileños que parecen australianos, argelinos que parecen ingleses… Lo juegan países ricos y pobres, con gobiernos de izquierda y de derecha, judíos y musulmanes, ateos y cristianos. Es mágico.

Así debería ser la vida. Solo los talentos hacen la diferencia entre equipos compuestos por hombres iguales ante Dios. Y aquel que discrimine es sancionado. Me encanta observar los atletas en el terreno, donde el nombre de sus clubes o países también está en juego. Se entregan con ganas, no importa que puedan quedar lesionados, siguen corriendo, defendiendo, atacando, motivando a sus compañeros. Esto nos demuestra que la ambición sana, esa que va unida a los nobles propósitos, a vencer obstáculos y a apreciar lo que somos capaces de conquistar.

Hoy felicito al Cibao Fútbol Club por su visión y compromiso con el desarrollo integral de nuestra juventud. Con su trabajo están construyendo una mejor patria.

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