Llegó bien temprano con Raquel, ampliamente sonriente, al Londres más festivo de siempre. Estuvo puntual en la Abadía de Westminster, donde se han consagrado los máximos jerarcas de un imperio que durante siglos de imposiciones ha dominado sin miramientos en el Tercer Mundo. En Buckingham Palace se hicieron notar entre los mejor vestidos. Hasta ahí todo protocolarmente bien…(Ahora falta saber si Luis aprovechó para hacer un aparte con el primer ministro, que es el que realmente manda, sobre el caso Haití y la estúpida actitud de las grandes potencias, entre las que figura Gran Bretaña).

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