El resto del mundo no va a creer que en el país del Dios, patria y lo demás los grandes actos oficiales concluyen con un tedeum en la Catedral. No creerá que en el Palacio Nacional y los principales cuarteles haya un templo católico. No creerá que en las escuelas no se imparte educación sexual porque se opone el clero. Y si se le dijera que el Congreso Nacional, donde deambulan ensotanados declarados o encubiertos, rechaza consagrar en el Código Penal las tres causales del aborto (como por ejemplo en Italia, aún siendo sede del Vaticano), se asombrará de un gran fenómeno surrealista: ¡En el Caribe hay un Estado de la baja Edad Media!

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