Murió Norberto James, pero no muere su palabra: “Hubo un tiempo/ en que la caña/ los millones/ y la provincia de nombre indígena/ de salobre y húmedo apellido/ tenían música propia/ y desde los más remotos lugares/ llegaban los danzantes./ Por la caña./ Por la mar/ Por el raíl ondulante y frío/ muchos quedaron atrapados./ Tras la alegre fuga de otros/ quedó el simple sonido del apellido adulterado/ difícil de pronunciar./ La vetusta ciudad. / El polvoriento barrio/ cayéndose sin ruido/ La pereza lastimosa del caballo de coche. /El apaleado joven/ requiriendo/ la tibieza de su patria verdadera.” (Hermoso poema al pueblo cocolo, del que procedía).

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