Cada vez que se produce un incidente que nos remueve las entrañas y nos arrebata vidas, los medios de comunicación, periodistas y personalidades de diferentes sectores aprovechan para levantar su voz y manifestar su impotencia ante la inseguridad ciudadana que vivimos.

Días después el tema pierde interés y sale de los debates mediáticos, simplemente pasa de moda, y otro tema ocupa los titulares. Así hemos vivido año tras año, gobierno tras gobierno.
El presidente Luis Abinader dejó claro en su primera entrevista al asumir su mandato, que su prioridad sería la seguridad ciudadana, sin embargo, la realidad es que la crisis sanitaria que nos arropaba se robó la atención de todos los jefes de Estado, no solo del nuestro.

Hoy, que cabalgamos con un camino más despejado con relación a la Covid-19, la prioridad debe ser la seguridad ciudadana, tal y como lo prometió el mandatario.

La comisión integrada por personalidades de diferentes sectores de la sociedad ha hecho su trabajo, pese a las críticas y presagios que señalaban que ninguna comisión ha logrado avanzar en pos de algún tema que se proponga trabajar.

Servio Tulio Castaños, quien preside la misma, aseguró hace poco que esa comisión se tomó tan en serio su trabajo que en un mes lograron hacer el levantamiento y diagnóstico para posteriormente recomendar el plan de acción.

Con profunda tristeza, Castaños se lamentaba de que no entendía porqué no se han comenzado a ejecutar las recomendaciones emanadas de la Comisión para la Reforma de la Policía Nacional.
Muchos están incrédulos ante esa posible “reforma policial”, sin embargo, por algo hay que comenzar, ser más rigurosos a la hora de reclutar los nuevos miembros del “cuerpo del orden”, por ejemplo, es un punto de inicio importante.

La realidad es que nuestro país no puede esperar a que el miedo se apodere de la gente, que la inseguridad nos arrebate lo mejor que tenemos como pueblo: la alegría de ser dominicanos, de vivir en una tierra bendita y rica, pero muy mal administrada, por los siglos de los siglos.

Que nos refugiemos en nuestros hogares, acabando con otra de nuestras grandes virtudes, la solidaridad y hospitalidad.
Nos merecemos una Policía Nacional que nos proteja en lugar de quitarnos la vida; que nos proteja en lugar de robarnos y que nos proteja en lugar de chantajearnos.

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