Rodeadas de murallas tan antiguas como el hombre, una gigantesca mezquita se levanta sobre un pequeño monte en el centro de Jerusalén, la ciudad sagrada de las tres religiones monoteístas. Es la mezquita de Omar o Domo de la Roca, lugar venerado por los musulmanes.

Al fondo en la planicie del Monte Moría está un templo islámico menor, la mezquita de El Aska, a cuyo alrededor se ven siempre cientos de andrajosos y potentados árabes luciendo túnicas de mil colores. El rey Abdullah, abuelo del entonces monarca Hussein de Jordania, encontró en sus escalinatas la muerte de manos de un fanático en 1951, cuando fue allí a orar en una peregrinación que tenía por objeto auspiciar su liderazgo en el dividido, como ahora, mundo árabe.

Ambos lugares tienen un significado casi mítico para el Islam. La tradición cuenta que desde el interior de la mezquita de Omar, rodeada por una baranda, Mahoma ascendió al cielo montado sobre una mula blanca. Ante esas rocas sagradas sobre la cual muchos metros más arriba se levanta la cúpula enorme de la mezquita, se arrodillan miles de fieles a implorar a Alá, su Dios.

En prueba de sumisión y reverencia dejan sus zapatos a la entrada de los cuatro portales de la fachada cubierta de losas de mármol de llamativos colores en las que hay escrita citas del Corán. En el crepúsculo, su cúpula forrada de oro, lanza resplandecientes rayos de luz sobre los tejados de piedra de la antigua ciudad, que ha sobrevivido al tiempo y a la destrucción de sanguinarios conquistadores.

El templo está situado sobre el Monte Moría, cuyo muro occidental, más abajo, es venerado por los judíos de cómo el último vestigio del Segundo Templo, tras cuya destrucción en los inicios de la Era Cristiana, empezó la larga dispersión del pueblo hebreo. Sobre sus restos, los romanos eligieron un templo a Júpiter, el cual adornaron con enormes estatus de sus emperadores. El lugar, visible desde cualquier punto en las afueras de la antigua ciudad, tiene un significado sagrado tanto para judíos como para musulmanes.

El patriarca Abraham desarrolló allí gran parte de su vida. Y sobre el monte, siguiendo las instrucciones de Jehová que le había dicho: “ toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas y vete a tierra de Moría y ofrécelo allí en Holocausto…”, quiso sacrificar a su prole. La tradición judaica atribuye el nombre de Moría al significado que en el periodo tiene la palabra Mora, temor a Dios, porque fue desde allí donde se expandió el temor a Dios hacia el resto del mundo. Salomón construyó en ese lugar el Primer Templo, o la casa de Jehová en Jerusalén, y que había sido diseñada por su padre el rey David. Los babilonios lo destruyeron en la invasión del año 587 a. C., pero Herodes lo reconstruyó décadas después, sobreviviendo a la violencia y los elementos cinco siglos más tarde durante la conquista romana. Los musulmanes sostienen que la roca situada en el centro de la mezquita de Omar es el punto central de la tierra, que entonces se creía plana. Su construcción se remonta al mismo inicio de presencia árabe en Palestina, por el año 638 de nuestra era, cuando el califa Omar hijo de Katab, “Príncipe de los Creyentes”, llegó a Jerusalén. Los judíos recuperaron la posición del Monte Moria y todo Jerusalén durante la guerra de los seis días en junio de 1967.

Desde 1948, al final de la guerra de independencia judía, hasta entonces, parte de la antigua ciudad amurallada, había estado en poder de los jordanos, incluyendo el barrio judío, símbolo de la tradición y la ortodoxia judaica, donde ancianos de trenzas y luengas barbas lloran en silencio su desconsuelo. ###

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