Toda regla tiene su excepción y eso es lo que ocurre con la llamada regla de oro, promovida y defendida por la gran mayoría de los actores políticos, al punto de que se ratifica cada año, en una de las pocas veces en que todos los partidos se ponen de acuerdo en algo. Es comprensible que la norma sea desobedecida en un puñado de cabildos del país. La excepción que confirma la regla. Ni más ni menos.

Precisión de Héctor Guzmán

Aunque la regla de oro se viene firmando y se ratifica desde 2006, la idea se atribuye a José Francisco Peña Gómez, quien murió en 1998. Sobre el origen de la iniciativa, el dirigente perredeísta Héctor Guzmán hace una precisión. Dice que Peña Gómez lo propuso, pero solo para el primer año de la gestión de cada alcalde, con el ánimo de brindarle una especie de tregua, parecida a la que se le otorga a un presidente en sus primeros cien días. “De manera que el alcalde no pueda alegar un obstáculo en su gestión de primer año”, apunta el tocayo. Dice que esta regla ha sido mal interpretada a conveniencia y afecta la función de fiscalización de la Sala Capitular. “Los alcaldes se acomodan, y para que no los fiscalicen como debe ser reclaman su aplicación para todos los años, lo que convierte a los regidores en cómplices de alcaldes mal valorados y rechazados por los munícipes”, sostiene el político.

El PRD, en contra

Lo que plantea Héctor Guzmán sobre el espíritu de la iniciativa podría ser objeto de debate, y de seguro habrá quienes lo refuten, pero es sintomático el hecho de que precisamente del PRD, el partido que lideró Peña Gómez, sea hoy el único que se opone a que se siga aplicando esta regla. De hecho, el partido blanco no lo firmó esta vez y el asesor municipal de la organización, Víctor Feliz Solano, argumentó que la regla de oro se ha convertido en un “contubernio de las élites municipales”.

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