Al PLD le conviene que uno de los aspirantes que competirán el domingo en la consulta ciudadana se imponga de manera contundente sobre sus contrincantes internos.

Que la ventaja sobre los demás sea considerable, para que no haya ni media duda, ni un asomo de pataleo.

Si los morados quieren que ese certamen sea el punto de partida para el relanzamiento, necesitan que el proceso sea fluido, sin ruidos ni incidentes, pero sobre todo que el resultado sea aceptado por todos los competidores. Y la mejor manera de que eso sea así, es si se produce un “nocaut”.

Las ventajas de una barrida

Un resultado cerrado, con un margen estrecho entre los que consigan los dos primeros lugares, no necesariamente generaría una crisis. Pero lo que sí es seguro es que una diferencia marcada entre el puntero y su más cercano contendor, garantizaría que nadie objete el resultado.

Las victorias amplias en los procesos de los partidos tienen dos ventajas: La primera es que nadie protesta, porque habría que ser muy necio o mezquino para hacerlo. La segunda es que la candidatura arranca con fuerza, porque ha recibido un respaldo significativo de los electores.

Y como este proceso es semiabierto, se supone que habrá participado una parte de la sociedad que no es peledeísta.

Pleitos cerrados

Todos los partidos tradicionales han enfrentado crisis tras un proceso de definición de candidatura presidencial con resultados reñidos.

En el PRD la última vez que ocurrió fue en el 2011, cuando Hipólito Mejía le ganó apretadamente a Miguel Vargas.

El PRSC vivió experiencias de ese tipo en el 2003, cuando Eduardo Estrella le ganó a Jacinto Peynado, y cuatro años después, cuando Amable Aristy se impuso sobre Estrella. El PLD pasó por eso hace tan solo tres años, cuando Gonzalo Castillo derrotó a Leonel Fernández.

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