Con muy alta frecuencia encontramos casos que se convierten en penosas muestras de banalización y gran desvío de lo esencial.

Recientemente, un “te amo” se convirtió, más que en noticia, en un escándalo de marca mayor. Ese “te amo” ha llegado al punto de opacar y casi hacer pasar sin pena ni gloria, en un país que dice sentir orgullo por su “plátano power” y por su “pasatiempo nacional”, que uno de los nuestros haya logrado lo que solo otros tres tienen en el mundo.

Estamos ante una expresión de amor que pudo haber quedado como lo más natural entre seres que, según dicen algunos estudiosos, por el hecho de haber sido amamantados, tenemos esa especial inclinación a amar y sentirnos amados.

Al saber que los mensajes conectan con sentimientos y pensamientos, y al entender que éstos condicionan nuestras acciones y sus consecuencias, lo más atinado sería que nos detuviéramos a pasar revista a lo que priorizamos como información.

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