Pudiéramos hacer múltiples lecturas sobre las recientes elecciones de la ADP, pero es evidente que la prensa tradicional -más que nada escrita y de radio- fue parca, de cobertura limitada, o más bien como si tal evento fuese intrascendente o de indiferencia ciudadana. Y resulta un contrasentido, no importa la crítica hacia el sindicato de profesores, cuando comparamos cobertura a las elecciones de los médicos y su inquieto presidente, Dr. Waldo Ariel Suero. Diríamos que un contraste mediático-periodístico desproporcionado y hasta digno de estudio, por su consuetudinaria vocación huelguística.

Sí, porque desde cuándo los sindicatos, de cualquier índole, en nuestro país no han estado matizados o mediatizados por los partidos políticos. Esa realidad política-gremial tiene raíces históricas, tanto así que en la medida que siglas partidarias van perdiendo nicho electoral, en esa misma medida disminuyen sus influencias o supremacía en los gremios de trabajadores -cuasi inexistentes; aunque de “dirigentes” vitalicios-corporativos o de profesionales insistentes o de puro echa pleitos como Waldo Ariel que se basta y sobra.

Y sorprende esa postura de la prensa tradicional sobre las elecciones del sindicato de profesores, pues si hablar de activismo político vamos e identificación con un determinado partido o proyecto presidencial, también habría que hablar de periodistas que han jugado roles político-protagónicos -o de periferia periodística-mediática, al punto de que el extinto periodista Rafael Molina Morillo llamó a algunos “políticos de la secreta”.

Esa es una innegable realidad, pero no explica el cuasi silencio o indiferencia que vimos. Habrá que elucubrar
sobre qué motivó esa pobre cobertura periodística.

Si la motivación fue la baja calidad de nuestra educación y el uso del 4 %; entonces habría que equilibrar la cobertura mediática-periodística, pues también el problema es de planificación -políticas públicas- estatal y dar el salto hacia la calidad educativa.
Y ello involucra a tres: al Estado, gasto, planificación y currículo educativo; a los profesores, formación, vocación y dignificación; y a la primera escuela, los hogares o familias; y ahí entramos en otros aspectos de orden histórico-estructural, de anomia social y visión fragmentaria de nuestros líderes.

Y finalmente, no quisiéramos pensar que la poca cobertura u interés periodístico-mediático fue por no bajarle a la pandemia, a la publicidad estatal; o tal vez, porque resultaba insólito -en proyección- que un partido, recién derrotado, haya ganado, más que otra cosa (creemos), porque los profesores, sin importar siglas políticas, quisieron un vocero oposicionista.

Pero lo más curioso sigue siendo: cómo fue que un partido -el PLD- le ganó a todos juntos. Tal vez por eso: conteo cuentagotas; o quizás, como escribiera alguien, porque había que votar y dar clases. ¡Dejémoslo así…!

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