Continúa la implacable guerra que el canciller dominicano Roberto Álvarez Gil ha declarado a los intereses estratégicos de la nación y el pueblo dominicano. Así no se asesora lealmente al presidente Luis Abinader en materia de política exterior ni comercio. Primero fue la fatídica decisión, a contrapelo del derecho internacional y de la Asamblea General de la ONU, de trasladar la embajada dominicana en Israel a Jerusalén, y ahora el veto forzado, irracional y politizado en extremo, para contentar al gobierno de los Estados Unidos que tiene sus días contados, al acuerdo anteriormente establecido con la República Popular China para implantar de manera conjunta la tecnología 5G en el país.

Para hacer pública esta decisión, de la que el presidente Abinader había dado elementos con anterioridad, se ha aprovechado la agónica visita al país de Keith Kratch, subsecretario de Desarrollo Económico, Energía y Medio Ambiente norteamericano, en desesperada gira de reclutamiento por varios países de la región. Por supuesto, como antes ocurriese bajo el gobierno del presidente Obama con sus cantos de sirena para cerrar la cooperación energética del gobierno venezolano con naciones del Caribe, hoy Mr. Kratch se deshace en slogans burdos, como ese de construir un Red Limpia, y promesas demagógicas que sabe, de antemano, que jamás cumplirá. No cumplió Obama con el acuerdo de suministro de petróleo a precios solidarios a naciones del Caribe, ¿alguien en su sano juicio puede confiar que lo hará Donald Trump, egoísta e insolidario por excelencia, a quien restan semanas para ser despedido a cajas destempladas del Despacho Oval?

El canciller Álvarez está arrastrando a la nueva administración, en quien tiene fijadas muchas esperanzas el pueblo dominicano, a juzgar por ciertas promesas y el discurso del presidente Abinader, al abismo inexorable de la condena internacional, y en primer lugar de su propio pueblo, en su desbocada y, rayando en lo obsceno, carrera por demostrarle al gobierno de Trump que se trata de un mayordomo incondicional, capaz de sacrificar el futuro con tal de que sus intereses económicos y sus inversiones privadas en Washington sigan prosperando, y que con él siempre podrán contar como aliado político ideológico confiable.

El capitalismo siempre ha proclamado su superioridad, como sistema, a partir de la protección del sacrosanto derecho de las naciones al libre comercio. No quiere decir que lo cumpla, porque de haberlo hecho 12 administraciones norteamericanas, desde 1959 a la fecha, no hubiesen establecido y mantenido un bloqueo genocida contra los pueblos cubano, venezolano, nicaragüense, entre otros, su comercio exterior y la posibilidad de recibir crédito e inversiones.

Pero que en pleno siglo XXI, una potencia como los Estados Unidos, derrotada en la competencia económica y tecnológica por China, sumida en el caos de la pandemia, con el mayor número de muertos y contagiados del mundo, y con una economía hundida, se aparezca en nuestro país a sumarlo a un boicot económico contra la tecnología de ese país, la más avanzada del mundo, y para ello se valga de falsas consignas políticas, como la necesidad de salvaguardar la seguridad nacional, no solo es anacrónico y patético, sino burdo y ridículo.

¿Red Limpia garantizada por el mismo gobierno que controla las comunicaciones del planeta, espía a todos y ha sido capaz de pincharle los teléfonos a la canciller alemana Ángela Merkel? ¿Se trata de un disfraz de Hallowen o de una burla a nuestra inteligencia?

El subsecretario Kratch llegó a República Dominicana tras ser desairado por los magnates brasileños de las comunicaciones, que se negaron a escuchar siquiera sus promesas de estafador de feria y rechazaron su oferta para sostener una reunión, preservando la posibilidad de hacer negocios con quien tiene la llave del futuro, y no con quien agoniza en el pasado. Esa respuesta no estaba condicionada por trasnochadas lealtades, como las que se precia de proclamar el canciller dominicano, sino por simples cálculos económicos, tras sacar las cuentas correspondientes.

Canciller Álvarez, aprenda la lección de los empresarios brasileños. Ya no se trata de dignidad, defensa de los intereses nacionales y visión estratégica de la que Usted, evidentemente adolece, sino de puro y simple cálculo capitalista. Ha apostado por un caballo moribundo, cansino, decadente. No arrastre a la nación a la que juró servir, ni al gobierno al que se comprometió sostener, en la caída inevitable de una administración como la del ya ex presidente Donald Trump.

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