“El suicido de Trujillo. Reinterpretando el magnicidio del 30 de mayo”, es el título del libro del escritor e investigador Orlando R. Martínez, publicado en abril de 2016. Es un bien documentado trabajo -más de 1400 anotaciones a pie de página- sobre el período trujillista y la creación del Estado moderno nacional.
A parte de esta aseveración, que se desprende de la lectura y espíritu de la obra y que podría generar una discusión entre tirios y troyanos, el punto central del texto converge en los último dos capítulos del libro, el 24 y 25, en relación a que el gobernante, disminuido físicamente –cáncer de próstata-, y cercado por Estados Unidos, en cierta forma motivó y casi hasta preparó su muerte.

Según el autor cuando el Generalísimo tuvo la noticia, confirmada en España, del cáncer de próstata, la tomó con calma y ordenó a los “dominicanos presentes no decirlo a nadie”, aunque luego “Trujillo le comentó el asunto a su hijo favorito, Ramfis”.

A la enfermedad se suma el “ultimátum del gobierno de EE. UU.”, que además de la lucha contra el comunismo empezó a promocionar gobiernos democráticos en la región y que en 1957, a través de su embajador, intentaron “persuadir al Generalísimo de que preparase una transición ordenada y que dejase el poder” (P. 391), pues si no se retiraba eran “grandes las posibilidades de ser asesinado” (p. 410). Incluso, utilizando como medio para el mensaje a Flor de Oro Trujillo, hija mayor del hombre fuerte dominicano. Obviamente, Trujillo no abandonaría el poder voluntariamente y al recibir la información, cuenta el autor, citando a Bernardo Vega, que el Generalísimo “alzó un dedo y dijo que: “…nunca saldré de aquí a no ser que sea en una camilla” (p. 410).

Ante esta situación inevitable, según el autor, “Trujillo decidió hacerlo con honor, a través de un duelo en el que se aseguraría de morir” (p. 434). Empezando a inicios del año 1961 con suspender las férreas medidas de seguridad en torno a su persona e ignorando a los conspiradores.

Por esos días “el Jefe” empezó a insinuar entre sus colaboradores que pronto partiría o que sería traicionado: “Quién de ustedes será el Judas que me va a vender?” (p. 436). O, cuestionado sobre su salud, llegó a decir: “No, yo estoy completamente bien, pero voy a dejarles; y no hablemos más de eso” (p. 437).
Incluso, ante la expectativa de un pronto atentado, refiere Martínez que “el Generalísimo le dijo a Mony Sánchez, su amante: Mis enemigos me están acechando. Tal vez sea el de esta noche nuestro último encuentro”. También, ordenó redactar un documento notarial distribuyendo sus bienes “entre sus herederos” y “mandó a limpiar su cripta, en la Iglesia de la ciudad de San Cristóbal”.

Luego narra otros hechos de la noche del martes 30 de mayo de 1961, hasta la muerte del hombre más fuerte de la historia nacional. Es una tesis interesante, merece una discusión entre nuestros hombres de historia.

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