Parece que ha pasado mucho tiempo desde que se produjera la primera muerte por Covid-19 en España, allá por el mes de febrero. Supongo que el confinamiento social voluntario hace mella, al igual que sus repercusiones económicas en la macro y microeconomía, pero, si hacemos balance, casi treinta mil personas han fallecido por el virus.
Si tenemos en cuenta que, según la Universidad Johns Hopkins, más de catorce millones están contagiadas en todo el mundo y el número de muertos asciende superar la cifra de 600,000, es para analizar las gestiones políticas realizadas, desde lo general a lo particular. Algo así como escudriñar la trama del puente sobre el río Kwai que, al margen de ser una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos, es fiel reflejo de la construcción de un gran proyecto, pero también es una crítica de orgullos y empecinamientos.

España forma parte de la OCDE, una organización integrada por más de treinta países con un grado de desarrollo similar. Sin embargo, a pesar de la apertura social del país desde el mes de junio, los rebrotes continúan. La pandemia ha llevado al límite a la sanidad española y ha puesto de manifiesto diferentes fisuras del sistema a nivel interno, como ya el soslayado conflicto con Cataluña. En el espacio europeo también. De hecho, la incapacidad de los socios comunitarios para consensuar una respuesta conjunta de actuación, ha puesto en riesgo la solidez de la macroestructura de los países miembros y ha acrecentado la percepción de debilidad de los más afectados por la crisis del coronavirus: España, Italia y Francia. La recesión general dejaba incertidumbre y la hoja de ruta se difuminaba lentamente.

Los 140,000 millones de euros del fondo de recuperación europeo, que Sánchez ha definido como un auténtico Plan Marshall servirán para dar soporte a ese paciente frágil en que se ha convertido España. Un país que bajo una campaña de reputación con el eslogan #spainforsure busca la recuperación pronta de su salud como nación. El reto mayor: impulsar el crecimiento del PIB tomando las medidas más adecuadas con unos Presupuestos Generales de 2021, que se adapten a la situación previsible para el próximo año. De cómo se gestione a partir de ahora, dependerá el curso de los acontecimientos. Y en esto, es de vital importancia, que las luchas internas se pongan en segundo plano.

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