El anacronismo del llamado “carreteo” no es más que una errada concepción de la ley y la heredada imposición del criterio de la fuerza, de las llamadas “autoridades competentes” (termino heredado de la dictadura que implica poder ilimitado). No es posible que la rampante incapacidad oficial para controlar desafueros, manejos temerarios y desbordes de prepotencia de unos pocos, trastorne a una enorme mayoría de conductores respetuosos de sus compromisos cívicos y la conducción responsable. Las disposiciones legales son muy claras y basta aplicarlas, sin contemplaciones, pero sin arbitrariedades y abusos. No hay duda que con ese desacierto las cifras de accidentes, a exhibir (como si ese fuera el objetivo) sean bajas. Habría que ver si este mismo concepto troglodita aplicado a otras áreas, produzca los mismos resultados hacia la baja. Obligue a las parejas a estar permanentemente separados y se reducirán los asesinatos de mujeres a manos de hombres desquiciados, todo de manera artificial, solo para mostrar cifras más acordes con una sociedad medianamente en equilibrio y cuasi civilizada. Extrapolar a otras áreas del diario vivir, pudiera estimular a los defensores de este método restrictivo, a excitar la imaginación oficial, para disminuir las cifras que nos señalan como sociedad con altos índices de violencia o de cualquier otro aspecto del quehacer diario. Habría que hacer una encuesta para medir el grado de frustración que produce, en miles conductores y ocupantes de vehículos, sobre la práctica del “carreteo”, que ninguna ley autoriza. Lo que corresponde a los encargados de manejar el tránsito, es la persecución de esos desaprensivos que conviertes carreteras, calles y avenidas en pistas de dragueo y de competencias de velocidad y que aún protegidos por una posición oficial o un parentesco los que aquí dan poder, se atrevan a someterlos a la obediencia y procesarles con el rigor que corresponde a una verdadera autoridad. En lo personal no me afectan los incomodos “carreteos” porque evito conducir cuando se anuncian estas estúpidas prácticas, lujo que los obligados no pueden darse. Muchos alteran sus itinerarios para no ser actores obligados de un drama del que no pueden sustraerse y tienen que sufrir pacientemente una imposición autoritaria que no logra evitar que algunos desaprensivos hagan líneas paralelas en los paseos y fuercen a los “alineados” a acomodarse a sus peligrosos juegos. Es a estos que primero le dan paso cuando los “carreteadores” deshacen los nudos obligados que el alto flujo de vehículos los ocasiona. ¿Es práctica en otros países similares al nuestro? La gente se olvida de la molestia que le produce y como es práctica esporádica, no tiene presente el negativo estado anímico que sufre, durante la tortura oficial a que es obligado….hasta que le toca volver a sufrirlo.

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