El 3 de abril del 1805 debe ser grabado en la memoria de los dominicanos como eterno recordatorio del Degüello de Moca (Masak nan Moca, en Creole). Se conocen los detalles de esa masacre, gracias al testimonio de Gaspar de Arredondo y Pichardo en su libro “Memoria de mi salida de la isla de Santo Domingo, el 28 de abril de 1805”, escrito en Cuba, adonde huyó poco después de estos sangrientos eventos. La bestialidad de los ejércitos haitianos de Henri Christophe y Jean Jaques Dessaline (fundador de la patria haitiana) que frente a 40,000 tropas perpetraron la cobardía de pasar por sable, bayoneta y cuchillo a hombres mujeres y un alto número de niños de la Villa de Moca.

Los haitianos reunieron a los hombres en la Plaza central y a las mujeres en la Iglesia, donde solo dos quedaron vivas al simularse muertas y bañadas por la sangre de su madre y cubiertas por su cuerpo hecho cadáver. Engañados con la creencia de un indulto colectivo, se ha estimado que cerca de 500 personas fueron víctimas de ese genocidio, mostrado en Haití por el propio Dessalines como lucha contra el retorno a la esclavitud y aseguramiento de la independencia, en contra de Jean-Louis Ferrand y las tropas francesas. Escribió el general invasor haitiano en su diario de campaña que el saqueo de Santo Domingo era lo único que faltaba para completar sus planes. El periódico Otsego Herald, de Cooperstown, NY, dio cuenta en el mismo mes, de los horribles hechos y esto como testimonio de que no es un invento de los dominicanos. En su paso, las tropas enemigas invasoras quemaron todas las villas que atravesaron. Sembraron de muerte y dolor su trayectoria maléfica cargada del odio racial que nos tienen, aunque seamos los dominicanos de hoy, los acusados de xenofobia y discrimen. Los gobiernos dominicanos se manejan con temor y vergüenza frente a los haitianos y el tema de la matanza de Moca apenas es mencionado en la historia escolar. Sin embargo, con rubor, mencionan la matanza del 1937 ordenada por Trujillo y amplificada hasta lo ridículo por los haitianos y por gente de este propio lado, a partir de la obligada compensación forzada por el gobierno de Washington. El Degüello de Moca, cobarde hecho perpetrado con la barbarie que identificó a esos ejércitos, resultó una orgía de sangre, gratuita e innecesaria que constituye un acto de terror y posterior saqueo que debe quedar grabada en la memoria nacional y ser recordado cada año como memoria contra el olvido. Subyace en la memoria colectiva, que Dominicana les pertenece y conservan la bestialidad del hombre primitivo, para repetir esta clase de excesos, sin Dessalines y su ejército avasallador, con la complicidad de dominicanos traidores que no consideran riesgo alguno, la masiva presencia de infinidad de indocumentados de cultura tribal, creencias demoniacas que resultan más caros al erario, de lo que aporta su mano de obra y que abusan de la generosidad criolla.

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