El nivel que ha alcanzado en la propagación la COVID-19 y la proximidad de las elecciones presidenciales y legislativas, precisan de gran cuidado por parte de las autoridades correspondientes, para evitar que un desatino tire por la borda lo que tanto ha costado a los dominicanos, a partir de la separación de Haití.
Las libertades y conquistas ganadas, con altas y bajas, a lo largo de 176 años, deben ser preservadas contra viento y marea, porque la sobrevivencia de la dominicanidad y de los valores patrios no debe ponerse en juego.

Las autoridades sanitarias deben hacer hasta lo imposible porque la pandemia tome niveles de control en lo que resta de junio, para que la población pueda acudir sin pánico al ejercicio del sufragio, única forma, en este contexto, de evitar males peores en el porvenir.

Por su lado, las autoridades electorales han colocarse el traje bien forjado para no caer en las provocaciones y evitar que ellos ni sus subalternos sucumban ante las tentaciones, vengan de donde vengan, para trastornar este proceso, ya accidentado en la primera fase.

Los comicios del 5 de julio, sobre todo, y los del 26, si es preciso una segunda vuelta, deben ser el reflejo de un ejercicio pulcro, transparente y cargado de dominicanismo, porque de ello depende, en gran parte, no solo el prestigio de los integrantes del Tribunal, sino también del propio Gobierno.

Sobre los partidos se carga el peso de la vigilancia, la protección de los electores y de propiciar que el proceso sea diáfano, concurrido y espontáneo, con resultados satisfactorios para la población dominicana y para los ojos del mundo.

Es tiempo, además, de que el ciudadano entienda que es compromisario especial en este certamen, del cual dependerá el retorno de las familias ahora y en el futuro a la normalidad, así como la reapertura definitiva de la actividad laboral y comercial que generan riquezas y proporcionan empleos. ¡Vamos a votar sin miedo!

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas