Otrora uno de los mejores barrios para vivir y criar los hijos, Don Bosco es invivible en estos tiempos. La tranquilidad ha dado paso al ruido, a la suciedad y arrabalización en algunas zonas.

Moradores con más de 50 años de estadía han optado por irse. Penoso. Ahí crecieron, criaron a sus hijos y algunos a sus nietos.

En los últimos 20 años, el barrio ha crecido. Llegó el desarrollo con el elevado de la 27 de Febrero, pero con él, la comercialización. Se establecieron negocios de todo tipo. Nadie puede vivir de espalda al progreso, pero este debe ser con orden.
En el sector siempre ha habido negocios. Colmadones y hasta bar. Pero estos eran familiares, y no se pasaban de la raya. Muchos de estos negocios fueron vendidos y sus dueños se fueron del barrio.

La ampliación de las oficinas públicas en el área de El Huacal, el edificio de la San Rafael, Hacienda y el Banco Central fue su entierro. Como no hay parqueos suficientes, las calles son usadas como estacionamientos. Una intranquilidad enorme para sus habitantes.

Agréguele la construcción de condominios, quizás con poco criterio. Algunos parecen caja de sardinas. Son tantos en tan poco espacio.

Espacios de recreación, como el parque Quetzal, están abandonados a su suerte. Hasta fueron mutilados. Las canchitas, donde los jóvenes se divertían, destruidas. Muchas casas tienen un “se vende”.

Ahora con la pandemia está más em calma. Pero antes, no se podía ni salir a caminar.

Los atracos eran comunes, a pesar de tener el Palacio Presidencial y la sede principal de la Policía Nacional tan cerca.

Dos de sus fortalezas, la Iglesia don Bosco y el oratorio, ni sombras son hoy día. Por más de 50 años, fueron el centro de formación de miles de niños, adolescentes y jóvenes, en valores, cultura y deportes. No solo para jóvenes del barrio, sino para los de San Carlos, Villa Consuelo, Villa Juana, Villa Francisca y otros.

El oratorio Don Bosco formó cientos de jóvenes que hoy son profesionales, tanto en deportes, empresas y administración pública.

Y si la gente cree que porque tiene dos acueductos de la CAASD, el agua no se va, se equivocan. Solo llega dos veces a la semana a cuentagotas. Hasta eso se perdió. Lo que sí es seguro, es que las familias fundadoras están orgullosas de su enseñanza. Muy pocos jóvenes se descarrilaron.

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