Recuerdo perfectamente cuando hace 23 años, junto a un grupo de instituciones que venían ejecutando el Proyecto para el Apoyo a Iniciativas Democráticas (PID-PUCMM-USAID), tomamos la decisión de mantener nuestro compromiso con la Educación Cívica más allá del tiempo de vida del proyecto, que para entonces llegaba a su fin. Asumimos el compromiso moral de no perder lo que hasta la fecha se había conquistado: haber puesto la educación ciudadana bajo la mirada de las autoridades educativas y de la población dominicana en general. Teníamos una clara determinación de sacarla del marasmo en el que se había replegado durante los últimos cuarenta años. Así, formamos lo que en un principio se llamó el “Comité Gestor”, que meses más tarde pasó a ser el “Consorcio de Educación Cívica de la República Dominicana”.

Desde la formalización del Consorcio en el año 1997, me ha impactado de una manera particular su forma de trabajo. El mero hecho de participar de este espacio deliberativo y ejecutor es de por sí una gran escuela de la democracia. El valor de la pluralidad es parte vital de su ethos, permeando todo nuestro ser y quehacer. De esta manera, integramos las ideas y los aportes de los diferentes miembros e instituciones que lo conforman, permitiéndonos construir iniciativas educativas con un enfoque amplio e integral.

El trabajo en equipo es otra de las riquezas del Consorcio que siempre he valorado. Damos vida a los proyectos a partir de un compromiso compartido, integrando diferentes grupos de trabajo. Una dinámica sin protagonismos, que se enriquece a partir de diversas miradas y experiencias profesionales.

Hoy seguimos reafirmando nuestra misión de promover los valores democráticos en la escuela y así formar mejores ciudadanos para nuestro país y para el mundo.

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