El gobierno dominicano está más que decidido a levantar la muralla fronteriza en algunos tramos de alto tráfico ilegal. Es un esfuerzo, pero tememos que algo vano.
Siempre habrá resquicios para el tráfico ilegal, no sólo por los escondites que serpentean la línea divisoria, sino por las veleidades de quienes tienen la misión de cuidarla.

Si fuese por los muros fronterizos y por los mecanismos de vigilancia hace tiempo que los flujos migratorios irregulares hubiesen desaparecido.

Pero mientras los sistemas estén controlados por humanos, el tráfico persistirá.

Actualmente nada ilegal debía recorrer siquiera un kilómetro desde la frontera. Los controles establecidos a lo largo de las vías de acceso a las ciudades más importantes cuentan con todas las herramientas y mecanismos de cacheo, pero los ilegales y las mercancías prohibidas continúan llegando más allá de las líneas de control.

Y lo más probable es que continúe así. Ahora lo que han aumentado son los tiempos de transportación desde los pueblos al oeste y el norte de la República hacia Santo Domingo.

Los mecanismos de registros no son solo ilegales, sino irritantes, por la cantidad de “controles” a que someten a los viajeros desde esos destinos.

Puede ser hasta siete “revisiones” que no conducen a nada. Un día podrían acertar con un ilícito, pero eso no debe conducir a una sistematización, a todos los vehículos, públicos y privados o de carga.

Ya los tapones son comunes en esas estaciones a cargo de militares y agentes de varios departamentos de investigación. Y molestan a la gente. Agregan tiempo a la distancia que debe ser recorrida.

¿No pueden las autoridades buscar medios menos molestosos?
Deben en algún momento evaluar los resultados de la actual práctica. Detener y registrar hasta siete veces en puntos diferentes en una misma carretera, sea que se regrese desde Elías Piña, Jimaní, Pedernales, Dajabón o Montecristi es demasiado.

Podrían establecer una vigilancia o registro aleatorio o bajo otros procedimientos menos odiosos que hacen los viajes más largos y tediosos.

Los jefes militares ni los jefes políticos sufren las molestias que sus subalternos ocasionan a la gente sencilla.

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