Por la inauguración durante el fin de semana de la trigésima tercera Feria Agropecuaria Nacional, que congrega a cerca de un centenar de empresas y en la que hay exposiciones de productos y tecnologías, de ganado, subastas, venta de insumos y maquinarias, reconforta conocer lo mucho que nos hemos desarrollado en la materia.

Oportuna esta muestra, que se celebra en la Ciudad Ganadera y se extenderá hasta el próximo domingo, porque precisamente un tema palpitante y preocupante mundialmente es el de la crisis e insuficiencia alimentaria, que para afrontarla, según opinan nuestras autoridades, el país estaría preparado.

Sin embargo, resulta desconsolador el pronóstico a nivel internacional porque actualmente hay 828 millones de personas que no saben de dónde vendrá su próxima comida y otros 349 millones en 79 países que enfrentan una inseguridad alimentaria aguda, frente a los 287 millones que eran en 2021.

Nuestra feria agropecuaria, que comienza en medio de un debate acerca de la incertidumbre que se cierne sobre los productores de arroz, tiene que ser apreciada como una fiesta del campo en la que el sector presenta lo que somos capaces de producir y también la indiscutible calidad de nuestros productos, muchos de los cuales compiten en mercados extranjeros.

Antecedida por un 2022 de cifra récord en las exportaciones agropecuarias y de un crecimiento del sector de un 5.0% de acuerdo a las cifras del Banco Central, es la expresión de un comportamiento que las asociaciones ligadas al área atribuyen a las medidas que se aplican para dinamizar la actividad del campo.

Por ello es una excelente idea que el mayor número de personas posible visite las instalaciones en que se desenvuelve esta feria, para que pueda apreciar lo que allí se exhibe y se negocia, y aprovechar que “el campo ha sido traído a la ciudad”, como lo promocionan sus organizadores.

El lema escogido para esta ocasión, que es “Unidos somos más”, resulta ideal en esta coyuntura, no solo por la cantidad sino por la mayor fortaleza que se necesitará para enfrentar los grandes desafíos que presenta un mundo convulso abatido por diferentes crisis (económica, climática, de precios, de materias primas…) y un 2023 que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas asegura que será de precariedades extremas, y de muy malos presagios para que la comunidad internacional pueda alcanzar la promesa de acabar con el hambre para 2030.

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