La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) volvió a paralizar la docencia en las escuelas públicas durante la jornada de ayer, viernes, como parte de sus recurrentes planes de lucha por reivindicaciones gremiales, salariales y en favor de los docentes jubilados y otros reclamos.

La gravedad de la decisión de la ADP no está en la justeza o no de sus exigencias de mejoría de condiciones laborales y otras demandas, sino en que el único, repetido y hasta cansador método de lucha que aplica sea la suspensión de clases, que equivale a privar de la enseñanza a los niños y adolescentes de los sectores más pobres de la sociedad, que son los que asisten a las escuelas públicas.

La ADP ha demostrado ser un gremio organizado, disciplinado en su estructura y enfocado en sus reclamos, pero ese mismo nivel de organización no se nota en absoluto a la hora de cumplir con la tarea que corresponde a sus afiliados, que es la de dotar a los niños y jóvenes de los sectores más vulnerables de los aprendizajes que necesitarán para encarar su futuro.

Un estudio dado a conocer por Unicef concluye que, si no se toman medidas, la educación dejará de ser “el gran nivelador” para simplemente establecer la “gran división” entre los niños y jóvenes que tienen un adecuado nivel de aprendizaje y los que no.

A esto hay que sumarle los desastrosos efectos que tuvo la pandemia en la educación de los niños de las escuelas públicas, y los bajísimos niveles alcanzados en capacidades mínimas como lectura, comprensión lectora y matemáticas en todas las evaluaciones internacionales a las que fue sometida la educación dominicana.

Cuando los reclamos gremiales afectan a los más vulnerables, se hace necesario revisar los métodos, porque por la escuela pública pasa el futuro de nuestra nación, el desarrollo de las vocaciones y capacidades de los hombres y mujeres del mañana.

De ahí que estas luchas dejan un mal mensaje cuando lo que el país necesita es que las escuelas funcionen con normalidad por el resto del ciclo lectivo, para garantizar que el aprendizaje de nuestros niños y jóvenes sea una preparación para integrarse a la construcción de un país capaz de producir y progresar en un estado de derecho.

Ojalá que la ADP aprenda a encarar sus luchas sin boicotear las posibilidades de construir un país donde el conocimiento esté al alcance de todos.

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