Vivimos tiempos difíciles en todo el mundo. Cada día surgen nuevos problemas que escapan al control de los responsables de la gobernabilidad.
A la situación económica marcada por el impacto de la pandemia en la producción y en la prestación de servicios, y la consecuente pérdida de empleos, empiezan a agregarse elementos de una magnitud que nadie puede predecir.

Las noticias sobre cambios en las cotizaciones en los mercados internacionales de los insumos básicos para la producción de alimentos esenciales en el país, son preocupantes.

Ya algunas empresas procesadoras de alimentos para animales han informado a sus clientes sobre nuevos precios, y eso arrastra los costos para los criadores de pollos, huevos, cerdos y productores de leche. Sin que se conozcan quejas, también han subido los medicamentos.

Además, se advierte una tendencia ascendente en la cotización del petróleo que habrá de impactar las actividades económicas.
También se reflejará en el desempeño de las políticas públicas previstas en el Presupuesto de la Nación para este año, para el cual se había estimado un precio de US$45.50 el barril, y ya ronda los US$57.00, un aumento de 11.50 dólares.

En paralelo, desde enero vemos cambios en los materiales para la construcción, el cemento, las varillas y otros insumos de esa industria.

Los precios de los artículos básicos para la dieta del dominicano también han sufrido alzas. El gobierno debió apurar una campaña para atenuar la tendencia que venía ocurriendo con el precio de la carne de pollo, mediante un programa de ventas del Instituto de Estabilización de Precios (Inespre). Al pollo le agregaron otros artículos como arroz y los víveres. Hasta el pan ha subido.

La realidad es que esa campaña no tiene ningún efecto en la mesa de los dominicanos, porque a la misma solo tienen acceso pequeños núcleos poblacionales escogidos en las grandes ciudades. Es un esfuerzo propagandístico orientado disminuir algo más que una percepción: vivimos una escalada de precios de artículos básicos.

Es más que visible que los procesos de siembra y producción han estado bajo el influjo de la pandemia.

La gran pregunta es cómo manejarlo en medio de la agria situación. Todo eso mueve a preocupación. Es inquietante.

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