El presidente Luis Abinader nunca ha estructurado en discurso de intolerancia hacia la inmigración, y jamás, como dirigente político o aspirante presidencial, sustentó una política que pudiera considerarse de hostilidad hacia los ciudadanos provenientes de Haití que viven en el territorio nacional.
En pocas palabras, no es el “típico nacionalista” que conocemos, que ve amenazas en los vecinos de occidente. Estamos persuadidos de que su idea expresada en su reciente discurso ante las cámaras legislativas de que se propone construir una verja en la línea fronteriza, obedece a una comprensible preocupación por la seguridad nacional y por las violaciones sistemáticas de las leyes a través de la frontera.

Es legítimo que piense en un proyecto de protección de la línea divisoria. Pero no tenemos certeza, sino por el contrario, dudas, de que sea conveniente, prudente, construir “una línea divisoria entre ambos países”, que incluiría una “doble verja perimetral en los tramos más conflictivos y una simple en el resto, además de sensores de movimiento, cámaras de reconocimiento facial, radares y sistemas de rayos infrarrojos”, para “…ponerle fin a los graves problemas de inmigración ilegal, narcotráfico y tránsito de vehículos robados… y lograr la protección de nuestra integridad territorial…”.

Dudamos que esa verja resuelva la inmigración ilegal y los demás ilícitos por la frontera.

Los ilícitos a través de la frontera, robos e inmigración irregular tienen raíces profundas en nuestra historia. Siempre habrá algún tipo de tráfico ilegal. Ningún país con frontera ha podido controlarlo.

¿Dónde reside el eje clave para atenuar la criminalidad y la inmigración ilegal? Es el alma llamada a controlar los equipos de vigilancia y control de los pasos fronterizos hacia los grandes centros urbanos.

La gran inversión hay que hacerla en la humanidad de los llamados a cuidar la frontera y los controles a lo largo de las rutas hacia los centros urbanos.

¿Cómo cruzan los inmigrantes y llegan a Barahona, Santiago o Santo Domingo? Esa es la cuestión.

Mientras, en la frontera siempre habrá unas comunidades concurrentes hacia ambos lados, con necesidades complementarias, laborales y comerciales, normales y regulares que habrá que manejar con sabiduría.

Invertir una millonada en una línea divisoria no tendría utilidad. Hay otras prioridades de este lado de la frontera.

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