A raíz de los incidentes del pasado domingo en las inmediaciones de la Casa Nacional del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en medios de comunicación tradicionales y digitales, pero particularmente en redes sociales, ha habido profusión de opiniones que, para el propósito de este comentario, no importa su tinte político ni aquellas con valoraciones sobre la judicatura.

Simplemente destacar que los dominicanos debemos aferrarnos con firmeza a las conquistas democráticas que tanto sudor y lágrimas nos han costado, tras haber salido de la oscura noche de la tiranía.

No debe haber lugar para el retroceso, como sería pasar por alto que la Policía justifique una represión violenta porque “no contaban con permisos de Interior y Policía”, como si el ciudadano precisara, para manifestarse, de la benevolencia de una autoridad, propia de regímenes no democráticos.

En tiempos superados esa era una excusa, pero hoy no hay espacio para ello. Si se requiere de una comunicación a Interior y Policía para notificar una actividad con fines lícitos y pacíficos, de conformidad con la ley, no es para que otorgue o deniegue autorización, sino para una mayor coordinación que hasta contemplaría la protección de parte de la autoridad.

Nuestra Constitución es taxativa en que (artículo 48, Libertad de Reunión): “Toda persona tiene el derecho de reunirse, sin permiso previo”; obvio que con atención al orden establecido, y el 49 (Libertad de expresión e información): “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa”.

No está de más recordarlo, debido a que de por medio hay derechos públicos y libertades democráticas que no están sujetos a la magnanimidad de nadie, y a cuya defensa y preservación contribuiría una opinión pública vigilante y participativa.

Aunque por las pasiones desatadas se vaya a contracorriente, lo peor sería no decir lo que se cree y se piensa para la vigencia plena de las libertades públicas y por el fortalecimiento institucional. El miedo a hablar y a manifestarse está escrito en las páginas más negativas de la historia de la humanidad.

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