Hay que llamarlo así porque es un caballero poderoso que merece ese trato y al que se le debe respeto; es un honorable señor, a menos que se le maltrate y no se le tema cuando de él se haga uso y abuso, sin pensar en sus efectos; manso es un primor, pero no es nada inofensivo con los que lo malversan, lo malgastan o lo dilapidan.

Veleidoso como pocos, es un torbellino que obnubila al que lo consigue a borbotones sin esfuerzo, por primera vez y sin merecerlo; su fuerza arrolladora provoca mareos, locuras y delirios de grandeza porque aparenta ser eterno y, sin embargo, se agota cuando menos se espera, llevándose a su paso amistades, relaciones y hasta reputaciones.

No tiene apego ni sentido del arraigo, salta de bolsillo en bolsillo, sin reparar en las consecuencias de su presencia o de todo lo que se puede ser capaz ante su ausencia. Es la obsesión de los que lo tuvieron y luego lo perdieron y el sueño imposible de quienes lo buscan insistentemente y sin resultados, en los intentos fallidos de los juegos de azar.

No tiene preferencias, su fidelidad es inexistente, tan fácil como llega, se va; solo se mantiene con quienes saben invertirlo y conservarlo. Es más cambiante que clima en el trópico y tan confiable y duradero como un romance de verano. Provoca metamorfosis en quienes no lo conocen y lo creen su compañero inseparable, pero oculta su verdadera personalidad caprichosa, voluble e indefinida, sabe que es un tonel sin fondo porque nunca es demasiado, tampoco suficiente, quien lo tiene no lo valora y va en búsqueda de más, quien no, lo añora con fervor, al punto de hacer lo que sea para alcanzarlo.

Amigo de los bancos y de las buenas inversiones, si lo tratan bien, descansa plácidamente en el ahorro como un manso cordero que solo se convierte en fiera cuando lo provocan para despedazarlo en desperdicios y asuntos baladíes.

Atesorado por los avaros, repartido sin mesura por los derrochadores inconscientes, apreciado por los que han pasado mucho para conquistarlo, como bella damisela que por sus atributos está muy bien cotizada y no quiere dejarse ir. Para unos, es un medio para llegar a la meta, para muchos, es un fin que justifica la falta de los escrúpulos; por eso, con los primeros permanece y con los segundos no se queda mucho tiempo porque de esos huye despavorido, sin dejar rastro.

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