La diplomacia pública es entendida como aquella que va dirigida a la opinión pública, al mundo empresarial y a la sociedad civil en general, tiene como objetivos la proyección de nuestros valores y tomas de posición más allá de nuestras fronteras. Los elementos principales son la capacidad de comunicar, de tejer alianza y conseguir una mayor influencia en la escena global.
Es un modelo diplomático conocido como poder blando en la comunicación y los mensajes trasladados a sociedades en otros países es indispensable. Trata de la comunicación tras la revolución de las tecnologías del último decenio y como instrumento de ese poder blando y de Marca País.

Y es que en un mundo globalizado en el que la información circula libremente por los diversos canales y llega al ciudadano de manera casi instantánea, los sujetos de esa política exterior se han convertido en fuentes de opinión pública.

Por su parte, los medios de comunicación juegan cada día un papel más relevante en la creación de opinión; pero hoy día esos medios son muy diversos gracias a las redes sociales.

Ese periodismo ciudadano se fomenta gracias al avance de la técnica; hoy, la mayoría de los ciudadanos llevamos el mundo en el bolsillo y, dentro de ese mundo la posibilidad de informar de forma directa e instantánea de cualquier suceso que se produzca a nuestro alrededor. Eso es suficiente con un teléfono inteligente para comunicar de forma directa a nuestros seguidores y al mundo en general de cualquier hecho.

Hace unos diez años la ex subsecretaria de Diplomacia y Asuntos Públicos de Estados Unidos, Judith McHale, ante el Congreso norteamericano en su discurso de aceptación del cargo expresó lo siguiente cito. “La nueva tecnología, utilizada de forma eficaz y creativa, puede suponer una revolución. Los avances en materia de comunicación proporcionan oportunidades sin precedentes para implicar directamente a las personas, para conectar con otras y para sacar el máximo rendimiento a los diversos esfuerzos en materia de diplomacia pública tradicional“.

Hace rato que estamos metidos de lleno en la sociedad del conocimiento, y la información es la materia prima del poder y así la diplomacia pública debe estar en la primera línea de la acción exterior de los gobiernos.

Los Estados han entendido que para defender sus intereses, tanto dentro como fuera de sus fronteras, es imprescindible mantener las relaciones con los distintos actores del panorama internacional.

Para concluir, la diplomacia pública no es una atribución exclusiva del Ministro de Relaciones Exteriores, del embajador o de una oficina. Aunque es cierto que las acciones que hoy identificamos con la diplomacia pública han sido desarrolladas tradicionalmente por los gobiernos, hoy estos no pueden desarrollar esta labor en exclusiva, sino que deben hacerlo contando con una diversidad de sujetos y personalidades que de manera directa repercute en el ámbito global.

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