Ayer, último domingo de mayo, los dominicanos celebramos el día de las madres, al igual que otros países como Francia, con la salvedad de que varía si coincide con Pentecostés. En Haití, Túnez, Argelia y en una parte de Colombia, se celebra el mismo día que lo hacemos nosotros. Fiesta heredada de tan lejos como los griegos clásicos que rendían honores a Rea como madre de Poseidón, Zeus y Hades, dioses de la Mitología antigua. Los Romanos copiaron ese homenaje a la madre llamándola Hilaria, que tenía lugar, y por tres días de ofrendas, en el templo de Cibeles. El cristianismo cambia el sentido y objeto de esa celebración y se enfoca en la Virgen madre de Jesús, el crucificado. Ya en época moderna se conoce que dos activistas norteamericanas a partir de 1865: Julia Ward Howe, arrancó en Boston con las madres víctimas de la Guerra de Secesión y la siguieron Ann Jarvis y su hija Anna, en Virginia. El presidente Woodrow Wilson, el mismo que ordenó la intervención militar en 1916, en nuestro país, dispuso que a partir de 1914 se celebrara un día dedicado a las madres, cada segundo domingo de mayo. En Dominicana, aunque con poco reconocimiento, la fecha de nuestra celebración corresponde a una nieta del presidente Ulises Francisco Espaillat, Maria Electa Steffanie Espaillat, activa joven de Santiago, escritora a quien se atribuye ser pionera en la cinematografía nacional, presidente del Club de Damas, tenista y otras actividades, propuso y obtuvo que en 1926 se votara la ley 370 del mismo año, que consagra el último domingo de mayo, como día de las madres, la primera celebración fue el 30 de mayo de 1926. Ese mismo día se estrenó en Santiago y Santo Domingo el himno a las madres de la autoría de doña Trina de Moya, a la sazón primera dama de la República, esposa de Horacio Vásquez. Lo musicalizó el presbítero Manuel de Jesús González, cura párroco de la Iglesia de la Altagracia, de Santiago. El criollo, en general, venera a la madre con particular dedicación y esta fecha la provecha el comercio, por la tendencia a regalar lo mejor a quien fue vientre, alimento y genes, continuador externo de la vida de un ser desvalido y dependiente, guía en la infancia temprana y faro orientador en sus otras etapas, con enormes sacrificios físicos y circunstancias particulares, pero siempre madres. En la infancia lejana, los abusadores más grandes, provocaban el pleito fácil al colocar un papelito que simbolizaba la madre, en clara motivación para la primera trompada, al que osara tirar al piso el “papelito mentao”. Decenios han transcurrido desde aquellos recuerdos, pero preservo la sensación de la ofensa mayor, con simples simbolismos unidos al fervor a esa madre que nos dio el ser. En el recuerdo de la mía, ida al padre un día como hoy, venero a todas las madres dominicanas en ofrenda de amor forjado con particular empeño de madre abnegada, inclinada al sacrificio por sus retoños y a la enseñanza de valores, con su ejemplo.

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