Ayer por los 25 años del fallecimiento de Peña Gómez, hubo más de un acto de recordación a su figura, de familiares, amigos y de partidos políticos a los que perteneció. Sin detenernos a considerar el porqué de la celebración parcelada, creemos que por su talla, la de uno de los más grandes líderes de nuestra historia, la fecha pudo haber sido más significativa. Ni sus más enconados adversarios podrían haber dudado de que fuera así. De él se decía que era emotivo y que se dejaba atrapar por la acción inmediata, pero encarnaba todas las condiciones que caracterizan al líder verdadero, que incluyen la responsabilidad y el compromiso, el carisma y vocación de poder. Súmele ese ángel, esa aureola del dirigente de envergadura.

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