La religiosidad y espiritualidad del pueblo dominicano no resiste conjeturas, comparaciones ni encuesta que pueda medir su dimensión, lo que se reiteró ayer por Corpus Christi con las eucaristías y procesiones. La del estadio Cibao a toda capacidad, rememoró las épicas confrontaciones Licey y Águilas, pero no es ni siquiera válido fijarse solo en concentraciones masivas, porque esta devoción no es asunto de números ni de cantidades, pues como sentenció Massillon: “No es más justo el que más reza, ni más creyente quien más frecuenta el templo”. La religiosidad del dominicano va con su historia; es parte de su cultura. Además, diría un fiel creyente, al Señor no hay que palparlo ni convencer a nadie para que nos demos cuenta de que está ahí. Amén.

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