Creo que el mundo; pero más que nada su país -Rusia- quedó en deuda con Mijail Gorbachov impulsor del desensamble de un imperio de naipe y sepulturero de la Guerra Fría, pero más que nada, de revolucionarias reformas económicas, políticas y superestructurales -Perestroika o reestructuración- y de transparencia (glasnost) cambiaron el mapamundi en un antes y un después. Y saldando paralelismos, hoy; aunque en otros campos -la geopolítica y la guerra-, vemos atónitos como Occidente alientas conflictos e impasses; y luego, ya desatado -como en Ucrania y Taiwán (esta última, en una estable convivencia geopolítica, hasta hace poco, sobreentendida)-, deja que paguen el costo humano y la valentía de elevar su grito libertario ante el abandono y la incomprensión. Esa dolorosa experiencia la vivió Gorbachov -fue abandonado y, en medio de presiones endógenas-exógenas y el desborde de las reformas que impulsó, se vio supeditado u obligado a renunciar-.

Pero Gorbachov, para la historia, fue el líder y paradigma que propició rupturas universales: desintegración de la URSS -un castillo étnico-ideológico-cultural de naipe-, derribo del muro de Berlín, una salida democrática, desarme nuclear y paz para su país -que, dicho sea de paso, no supo valorar su valor (quizás por la arraigada cultura autoritaria en Rusia); y finalmente, aceleró el fin del Apartheid. Por todo, Gorbachov y Mandela son paradigmas e inspiración de dos tipos de liderazgos que establecieron los límites del ejercicio del poder -máximo, según Gorbachov-: diez años y no más (a cuidar nietos, fomentar democracia y regar la semilla del relevo desde la democracia, los foros, las academias y una ética pública inquebrantable).

Para Gorbachov propiciar las reformas que instauró hubo de saber; aunque no predecir o sopesar, los múltiples e históricos intereses ideológicos, armamentista y geopolíticos que trastocaba, pero eso no fue óbice para seguir adelante en medio de contrarios, amenazas, apresurados, como Boris Yeltsin; o, finalmente, el olvido y abandono de Occidente.

Por aquí, Juan Bosch elogió y valoró, correctamente, su liderazgo y reformas. Pero, como hemos escrito, fue un líder poco valorado en su justa dimensión humanística-democrática; a pesar de los reconocimientos internacionales que recibió. Merecía más. Más de su país.

Sin embargo, queda su legado y su impronta de cambios y reformas que nos legaron un mundo más democrático, abierto y transparente; aunque algunos jamás lo reconozcan o insistan, ignorando, en perpetuar liderazgos de ego y eternidad.

Gorbachov y Mandela jamás dejarán de ser faros de luz -a pesar de sus errores o momentos de desaliento-.

!Que en paz descanse, visionario y demócrata infatigable..!

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