Señor director. Decía el novelista francés Honoré Balzac, que: «Un imbécil que no tiene más que una idea en la cabeza, es más fuerte que un hombre de talento que tiene millares».
Se entiende por imbécil, a alguien que es poco inteligente o se comporta como si lo fuera… Y dicen muchos, que es mejor ser aplicado, que ser inteligente y desaplicado, pues muchas veces este se duerme en sus laureles.

Estaría bien preguntarnos ¿Por qué no ser sencillamente un montón de imbéciles, centrados en dirigir con maestría nuestra propia vida, en lugar de querer dirigir la de los demás?

El asunto es que ya esto va muy lejos para devolverse, se escuchan voces a coro, pues es el pensar de una gran mayoría. Definitivamente, amamos nuestras comodidades, anhelamos más y más progreso, alcanzar el cielo, y desde luego tener mucho prestigio y dinero, sin pensar que no siempre es lo mejor para nosotros, y que mayormente esos anhelos vanos y superfluos nos desgastan física, mental y emocionalmente, nos dejan sin tiempo para el verdadero disfrute, y con un gran vacío existencial.

Podemos elegir cambiar las cosas, ser diferentes al resto y actuar en consecuencia de nuestros pensamientos y creencias, pero no las que nos imponen de pequeños o nos demanda la convivencia social, sino las que nos dicta nuestra sabiduría interior y nuestra consciencia superior. Podemos decidir no formar parte de la manada que repite lo que hacen los demás sin cuestionarse siquiera el por qué lo hacen.

Queremos vivir por encima de nuestras posibilidades, nada nos detiene porque ya nada nos satisface, siempre vamos por más, y mientras más logramos, más queremos lograr, y más vacíos e insatisfechos estamos… ¿Por qué será?

Lo complicado no es vivir, sino hacerlo en contra de la vida, viviendo la vida que no nos pertenece, la que nos imponen los demás.

El contrasentido de la vida, eso es lo complicado.

Tantas células y millones de cosas que internamente están sometidas a constantes cambios de forma natural, y nosotros solo cambiamos externamente de apariencia, de moda, de trabajo, de familia…, pero los pensamientos son los mismos de siempre.
Seguimos siendo los simios de antaño, siguiendo los mismos patrones de conducta, rascándonos la cabeza, añorando las bananas ajenas y haciendo miles de piruetas por alcanzarlas, y muchísimas morisquetas para alegrarnos; para al final, lamentarnos haber estado tan equivocados, y desperdiciado tanto tiempo viviendo la vida que soñaron y nos vendieron otros, tan desenfocados de los propósitos inherentes a nuestra vida en particular.

¿Vivir es complicado, o nosotros por estar inconscientes, nos hemos complicado la vida?

Vivir es tan complicado, como lo es estarse quieto, en silencio, en franca contemplación de uno mismo, como dejarse fluir en sentido de nuestra corriente interior, no la de los demás. Tan complicado como rascarse y asegurar que no es porque nos pica, tan complicado como la negación, la justificación, la mentira, la falsedad, el egoísmo, la ambición… Tan complicado como los seres humanos, que nos hemos convertido en seres muy complicados.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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