Señor director. Apreciar la importancia de lo pequeño, es lo que nos hace grandes, como lo hacen las estrellas y las nubes con el cielo, las arenas y las olas con el mar, las semillas con el árbol, las piedras y rocas con la montaña…, y las minúsculas células con los seres vivos y los humanos.
Vivimos en un planeta pequeñito, para que unos puedan vivir, otros deben morir, para que unas cosas se expandan, otras deben comprimirse, para que unos puedan reírse, otros deben dejar de hacerlo… Y se suele afirmar que para que unos sean felices, otros deben ser privados de la felicidad. Pero pese a todo pronóstico, lo que debemos hacer para lograr esa felicidad, es vivir en amor, con amor y por amor, compartiendo ese amor con todos.

¿Cómo?

*Respetando, dejando ser, permitiendo que la vida se abra paso, sin forzar los resultados, sin nosotros intervenir…

*Viviendo con sabiduría, aceptando las consecuencias de las decisiones sabias y las no tan sabias que tomamos. Dando lo mejor de nosotros…

*Comprendiendo que todo lo que pasa en esta Tierra, en este pequeñito planeta, está en orden divino, en equilibrio y en armonía, pero teniendo en cuenta que nosotros debemos actuar de corazón, de buena fe, con amor y con respeto, para que esto sea una realidad…

*Entendiendo las pérdidas (las victorias y las derrotas), las alegrías y las tristezas, y aceptándolas como un bienestar colectivo del libre fluir, de la vida y la muerte, de la armonía y el misterio que esconde.

Tan pronto nosotros quebrantamos las leyes de la vida, y actuamos con ambición, con egoísmo; cambiamos el curso del equilibrio del planeta, donde toda la vida (animal, vegetal, mineral, y los seres humanos), tiene nuevamente que armonizarse, para lo cual debemos soportar presiones y sacudidas, cambios inesperados, bruscos o suaves, dependiendo del grado de desequilibrio creado por nuestra mente ignorante o nuestra manera de pensar y actuar.

Seamos humildes, ahí radica la grandeza del ser humano. Actuemos con sanos sentimientos, con honradez y deseos sensatos, solo poniendo por encima el amor, el amor y el amor, y siempre el amor, mantendremos vivo, bello y armonizado este paraíso terrenal y toda la vida que suele albergar.

Que el amor se instale para quedarse en nuestros corazones y en nuestra vida, y que la dicha de sabernos minúsculas células, roca, piedra, semilla, ola, arena, nube o estrella, nos baste para ser: humano, montaña, árbol, mar, cielo…, para ser vida en abundancia, y para reconocer que la pequeñez, es la esencia de la grandeza.

Por eso es mejor no querer grandes cosas en nuestra vida, sino más bien, pequeñas cosas que hagan grande nuestra vida.
Finalizo con esta frase de John Wooden: “Son los pequeños detalles los que son vitales. Las pequeñas cosas hacen que sucedan cosas grandes”.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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