La ideología izquierdista se mercadea poderosamente a través de artistas de toda índole. Porque ha logrado convencerlos de que solo califican para ser contratados o alabados, si adoptan su discurso.
Tan intimidante es esta manipulación, que entonces encontramos gente que es buena cantando o actuando (pero que en su vida ha leído un libro de economía), opinando (e influenciando) sobre política económica.

Todos alineados para “pertenecer”, y ganar premios, que ya no les dan prioridad a las actuaciones magistrales, sino a que tu papel contribuya a la causa, o a que tus opiniones públicas vayan en contra del candidato de derecha. Muchos han pagado el precio de atreverse a decir lo que a la izquierda le molesta oír. Joan Baez, por ejemplo, comenzó a declinar como cantante, no porque la voz le fallara, sino porque se le ocurrió criticar las atrocidades del régimen comunista en Hanoi. (Y eso, que ella era comunista, y vivía en Estados Unidos).

O comoBo Derek, amenazada de no conseguir trabajo si no callaba sus simpatías por el Partido Republicano. Otros han caído en la lambisconería más absurda, como Simone de Beauvoir cuando alabó a China (en los momentos más brutales de Mao), y se escandalizó con la innecesaria abundancia de productos en los supermercados americanos.

O como muchos que han ido a estrechar la mano de Fidel (Jane Fonda, Robert Redford, Leonardo Di Caprio) o alabado a Chávez, (Sean Penn hasta lloró cuando se murió). Pero claro, ninguno vive en los paraísos de esos líderes, y lo que ganan, que es mucho, lo ganan gracias al libre mercado que tanto les ofende. Este monopolio izquierdista no solo se da en el arte, sino también en el mundo intelectual. Así pues, Jorge Luis Borges no ganó el Premio Nobel por ser simpatizante de dictaduras de derecha, pero el que Gabriel García Márquez defendiese al dictador cubano, en total irrespeto al oprimido pueblo, no le impidió recibir el máximo galardón en Literatura. Como tampoco se lo impidió a Neruda, el que dedicara un poema a Stalin, asesino de millones de trabajadores. Ni a Darío Fo, el que diera a entender que los crímenes del 11 de septiembre eran culpa de las víctimas, por pertenecer a un sistema violento y especulador. Entonces, pues, si quieres triunfar en el mundo artístico o intelectual, doblégate y sé un papagayo de la izquierda. Más te vale declararte bipolar o drogadicto que confesar que eres conservador, heterosexual o pro libre mercado.

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