Salvador Allende fue el primer marxista en el mundo en llegar al poder, a través del sufragio electoral, en un Estado de derecho. Lo logró con un 36% de los votos y gobernó Chile desde 1970 hasta su muerte. Allende nacionalizó el cobre, usurpó los beneficios de las mineras que lo extraían (entendiendo que eran “demasiado altos”), estatizó las principales actividades económicas (expropiando miles de tierras e industrias e incentivando el enfrentamiento violento entre campesinos y terratenientes), congeló los precios y aumentó los salarios con dinero inorgánico (parece que creía que imprimir dinero era lo mismo que crear riqueza).

Como consecuencia de esas medidas, Chile cayó en una profunda crisis. Hasta el azúcar y la harina escaseaban (y esto provocó marchas de cacerolazos y mucha violencia callejera). La inflación fue la más alta en toda su historia, y el poder adquisitivo de sus ciudadanos se desplomó de manera estrepitosa. Ni siquiera Rusia confió en su desempeño, y no le prestó el dinero que él esperaba (China, sí).

Allende no solo fue torpe e ingenuo en cuanto a su política económica, sino que desobedeció a la Suprema Corte de Justicia, cuando le exigió que devolviera los bienes expropiados a sus legítimos dueños. Sus partidarios tildaban de “viejos de mierda” a los jueces. Quiso además cambiar la educación, para adoctrinar a los jóvenes y convertirlos en “hombres nuevos” (comunistas, claro). Y se atrevió a verbalizar lo siguiente: “La objetividad no debería existir en el periodismo… su deber supremo no es servir a la verdad, sino a la revolución”. Y clausuró periódicos, encarceló periodistas y difamó a adversarios políticos.

¡Vaya con el demócrata!

Esta desastrosa situación motivó un golpe de Estado militar, que lo tumbó tres años antes de que acabase su mandato. En medio de los bombardeos a la casa presidencial, Allende se suicida, y Augusto Pinochet, encabezando una dictadura militar, gobierna su país por 16 años. Pinochet le roba el poder a través de medios inconstitucionales . Y esto siempre generó una crítica generalizada. Lo insólito es que no se criticara también a Allende (a quien todos califican como un pobre mártir, defensor de libertades). Que no se diga lo que en realidad fue: un pésimo gobernante, que cometió grandes abusos inconstitucionales y grandes desaciertos económicos. Y que tampoco se diga que, bajo su mandato, Chile se encaminaba a pasos agigantados a ser otra Cuba. ¡Menos mal para los chilenos, que se libraron de eso!

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