Pavel Isa Contreras, ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, es un ciudadano admirable. Valoro su honestidad, capacidad y vocación de servicio. Por ello me disgusta diferir de él. Hace días afirmó: “Creo que es contra los haitianos, por negros y por pobres, hay un profundo racismo en esta sociedad que está cultivado desde Trujillo y hay un profundo anti-haitianismo, que nuestro propio sistema educativo reproduce…”.

Pavel generalizó. Lo que expresó corresponde a unos pocos que tratan con odio el tema, donde, también, los que promueven un mayor acercamiento entre nuestras naciones a veces se pasan de contentos. Hay fanatismo en las dos caras de la moneda.

Como preámbulo, resalto que nuestros gobiernos, con sus luces y sombras, han manejado con prudencia nuestras relaciones con Haití. No se han dejado arrastrar por las minorías radicales que quieren enfrentamientos y promueven la enemistad entre ambos pueblos. Tampoco han caído en la trampa de pequeños sectores que anhelan que nos quedemos pasivos cuando irrespetan nuestra soberanía, algunos pensando incluso en fusiones absurdas.

Dominicanos y haitianos convivimos en paz. Y eso lo debemos promover. Compartimos nuestra sonrisa noble y el intento por tener una vida más digna. Disfrutamos la bachata. Hacemos negocios. Vivimos en armonía. Nos encontramos en los colmados, en el transporte público, en las esquinas, donde venden alimentos.

Son escasos los enfrentamientos entre dominicanos y haitianos. Ellos trabajan en nuestras casas, en nuestros campos, en nuestras construcciones y todo sin contratiempos. Salvo excepciones, nos tratamos con respeto y confianza. No creo que existan dos pueblos fronterizos tan diferentes manteniendo un vínculo tan normal. En Asia o África habría una guerra constante.

Y agrego, para aquellos que nos acusan de racistas, los haitianos ilegales tienen los mismos derechos laborales que los dominicanos, lo que no sucede en muchas naciones desarrolladas; hay miles de sus ciudadanos estudiando en universidades dominicanas (la mayoría con excelente comportamiento).

Y prosigo: miles de haitianos (en especial las parturientas) reciben gratuitamente atenciones médicas en nuestros hospitales, representando esos gastos buena parte de nuestro presupuesto de salud. Otros miles se benefician de los comedores económicos, almorzando por uno pocos pesos.

Y cuando en Haití hay catástrofes naturales, los dominicanos somos los primeros en estar allí con nuestra mano solidaria, dispuestos a entregarles algo de escaso que tenemos, pero lo hacemos con amor y entusiasmo. Los ejemplos están ahí. Resaltemos más lo positivo de nuestras relaciones con Haití y no escuchemos esas voces que desean el caos entre nosotros por diversos motivos y ninguno de ellos positivos.

Y finalizo expresando que ojalá existan muchos Pavel en nuestra sociedad, pues tendríamos una patria mejor, aunque en esta ocasión no comparta su criterio.

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