Los temores de un rebrote de la pandemia en diciembre pasado, han dado lugar a un reforzamiento durante los primeros días del 2021 del confinamiento que se venía aplicando a la población, restringiendo los horarios de circulación, y limitando las horas de servicio presencial de negocios, particularmente, bares, restaurantes, colmados y colmadones, etc.

Las críticas contra las medidas preventivas, adoptadas por las autoridades en una fecha tan significativa, se expresaron ampliamente en medios de comunicación, trayendo de nuevo a discusión la pertinencia de las políticas públicas adoptadas para afrontar la pandemia.

Señales contradictorias de políticas

Una política pública se define como el conjunto de acciones impulsadas por el Estado para alcanzar unos objetivos específicos. Se exige que una buena política cumpla con atributos de eficiencia, eficacia, viabilidad, consistencia, sostenibilidad, transparencia y coherencia con el resto de las políticas. El incumplimiento de este último atributo resalta en las presentes circunstancias, haciéndose más evidente en el caso del sector turismo, afectando la credibilidad de las políticas aplicadas.
Mientras las autoridades sanitarias refuerzan las medidas de prevención, otras políticas como en el caso del sector turismo crean expectativas de una recuperación económica a muy corto plazo que pueden inducir al sujeto de ambas políticas, el ciudadano, a minimizar el riesgo y las consecuencias de contraer la enfermedad.

Por una parte, se incentiva el incremento del turismo, que urge que vuelva a los hoteles, y por otra se restringe el horario de servicio de los establecimientos ubicados fuera de las zonas turísticas, como bares, restaurantes, colmados y colmadones, etc.
Podría existir un protocolo de gestión de los servicios más estrictos en los hoteles, pero es difícil hacer que la población, particularmente en los sectores populares, entienda que es distinto sentarse en un bar de un hotel que en la acera del colmadón. ¿Quién garantiza que el turista que circula en las áreas cercanas a su alojamiento se encuentra sano?

El discernimiento que se espera de la población se hace mucho más complejo de reclamar en un entorno socioeconómico caracterizado predominantemente por el hacinamiento familiar, debido al tamaño de las viviendas, su carencia de servicios básicos, así como por prácticas extendidas de relaciones sociales fuera del hogar.

Gestionar la pandemia con esta dualidad de políticas se podría justificar en una economía como la nuestra, dependiente del sector turismo para generar dólares que permitan mantener el funcionamiento del aparato productivo. De hecho, muchas economías del mundo desarrollado han seguido un patrón de gestión similar. Además, podría argumentarse que la maximización del bienestar social a largo plazo sería el resultado del difícil balance entre el número de fallecidos versus la preservación del aparato productivo.

¿Qué hacer?

Ante las contradicciones existentes, debemos reflexionar sobre cómo reducir la disonancia entre ambas políticas. Planteamos un sistema para otorgar incentivo a la población a través de:

1. Volver a los horarios de circulación que existían previo al 31 de diciembre y comenzar a aplicar restricciones por provincia o por región, en función de los indicadores relacionados a la propagación de Covid 19. Tiene el inconveniente que puede estimular el desplazamiento de la población confinada y esparcir el virus, pero vale la pena intentarlo por períodos cortos.

2. Continuar con las intervenciones puntuales en aquellos territorios donde se detecten incrementos de la circulación del virus, con un reforzamiento de las medidas de confinamiento.
3. Hacer más transparente las informaciones por municipios de manera que la población esté enterada de la evolución de la pandemia en su territorio y promover que esta genere acciones de respuestas colectivas de autorregulación.

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